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Corrección a los nacionalistas

La crisis económica no se lleva bien con los nacionalistas. El resultado de Galicia es una clara censura contra la coalición PSOE-BNG, que se ha manifestado con la rebelión del voto de las grandes ciudades, electorado urbano e informado, frente al galleguismo impuesto por el socio del PSOE. Las coaliciones no le han ido bien a los coaligados, el PSOE en Galicia e IU en el País Vasco.

Las bases del PP en Galicia se han movilizado para sacar del Gobierno una coalición que ha sido incapaz en cuatro años de ofrecer una nueva imagen moderna de Galicia. El BNG, alejado de los círculos universitarios de Santiago y de los centros urbanos, ha recogido la debilidad política de su líder Anxo Quintana, al que el reportaje fotográfico de sus aficiones marítimas le ha situado en las turbulentas aguas de la peor política. El modelo del BNG, un modelo caciquil de tercera división, se ha desmoronado y ha contaminado al PSOE, que se ha puesto una piedra al cuello con la pretensión de imposición lingüística del gallego en el sistema educativo. El propio electorado socialista ha castigado el liderazgo de Touriño, enfrentado con el vicesecretario del PSOE, José Blanco, que aterrizó en la campaña electoral con su equipo para intentar corregir los datos que los tracking electorales iban mostrando. El Gobierno de coalición ha fracasado y Galicia retorna a un Gobierno de mayoría natural.

En el País Vasco, IU ha pagado la cuenta del tripartito y los nacionalistas no consolidan la mayoría suficiente para formar Gobierno. Hay una oportunidad para el cambio político y Patxi López sale de las elecciones como triunfador y, sin duda, se abre una nueva etapa, cualquiera que sea el Gobierno que se forme, en el que la pretensión soberanista de Ibarretxe tendrá que guardarse en el cajón. Los excesos nacionalistas pasan factura y se abre una nueva etapa para los partidos constitucionalistas, que tienen que ser capaces de llegar a un acuerdo de colaboración inteligente.

Entre los triunfadores, sin duda, Núñez Feijoo, que ha hecho una excelente campaña, demostrando que tiene capacidad para liderar el PP en Galicia, que ha cerrado definitivamente la transición del fraguismo en esta Comunidad. Para Rajoy también es un importante triunfo, tanto por su apuesta por Núñez Feijóo como por el resultado obtenido en Pontevedra, su circunscripción natural, en la que se recupera el escaño que causó hace cuatro años la pérdida del Gobierno. El resultado le da tranquilidad en Madrid, tiempo para reafirmar su proyecto político y autoridad para encarar los sumarios. Pero, sobre todo, le permite acallar las invectivas que el PSOE le ha lanzado las últimas semanas relativas a su debilidad política y reforzar su posición frente a Zapatero en el debate parlamentario.

En el País Vasco, la pérdida de dos escaños para el PP, con una aparición moderada de Rosa Díez, no es significativa. No ha habido efecto San Gil y Basagoiti, que lleva años dedicado a la política vasca, ha demostrado mayoría de edad política y ha mantenido el suelo electoral. El cambio es posible y se abre un escenario nuevo en el que la política de pactos tiene que ser lo suficientemente inteligente para iniciar una profunda transformación de la política vasca.

El escenario político nacional mejora por la corrección de los nacionalismos y reequilibra las posiciones del PP. Rajoy puede ahora acelerar su discurso y reclamar al PSOE un pacto para trabajar frente a la crisis económica apoyado en su refuerzo electoral. Zapatero tendrá que dejar de levitar por la política nacional y debería ofrecer un acuerdo social y económico a Rajoy que impulse la reactivación económica y restablezca la confianza de empresarios y consumidores en un escenario social de tranquilidad. El país lo está pidiendo a voces, como lo han demostrado los resultados electorales de Galicia y el País vasco.

Ignacio del Río