En realidad, son muchas las pruebas que se realizan con automóviles autónomos de nivel 5 —es decir, los que no necesitan la intervención de un humano para circular— en todo el mundo. Incluso Google ha anunciado ya la construcción de la primera fábrica que se dedicará a producir coches totalmente automatizados de manera masiva.
La tecnología en los vehículos está ya lista para el nivel 5 de la conducción autónoma, el máximo de los seis que marca la Sociedad de Ingenieros de la Automoción (SAE). Un ejército de sensores, centralitas, software y sistemas de intercambio de datos a bordo lo hacen posible.
Si los automóviles están ya preparados para dejarnos viajar en su interior leyendo el periódico en lugar de conduciéndolos, ¿por qué todavía seguimos aferrados al volante? La respuesta hay que buscarla fuera: ni las infraestructuras ni la legislación están adaptadas todavía para que estos coches tan inteligentes puedan circular sin supervisión. Eso sí, todo apunta a que no tardarán en estarlo.
Un acelerador llamado 5G
Uno de los principales escollos que se encuentra el coche autónomo para convertirse en un habitual de las carreteras tiene que ver con la transmisión de datos. Para que un vehículo pueda circular solo de manera segura, tiene que comunicarse con su entorno. Percibir si hay algún obstáculo para poderlo esquivar. Saber si las condiciones meteorológicas son complicadas para calcular otra ruta. Incluso si puede acudir al taller más próximo en caso de detectar alguna avería.
Todo esto solo es posible si el vehículo emite y recibe información de ese entorno que lo rodea. Los coches autónomos tienen que comunicarse con otros vehículos, usuarios de la vía e incluso con infraestructuras como el mismo asfalto o los semáforos. Manejar semejante cantidad de datos y hacerlo a la velocidad necesaria para que el vehículo reaccione a tiempo es muy complicado con la tecnología actual. Sin embargo, la llegada de las redes 5G puede solucionar este problema.
De hecho, la tecnología 5G es la que permitirá desarrollar un proyecto piloto en Barcelona liderado por Telefónica y Seat que actuará como primer paso para una conducción cooperativa y autónoma en la ciudad. Esto será posible gracias a dos características de la tecnología 5G: su baja latencia, que permite a los vehículos recibir y enviar información instantáneamente, y la posibilidad de aplicar la edge computing, una tecnología relacionada con el internet de las cosas (IoT) que permite analizar datos locales en tiempo real.
Todo esto, unido a la gran capacidad de transmisión de datos que ofrece el 5G gracias a su ancho de banda, significa que esta tecnología puede ser la pieza que faltaba para hacer que coches, infraestructuras y otros usuarios de la vía se comuniquen y que lo hagan de manera eficaz.
De esta manera, una cámara de un semáforo puede avisar a los vehículos de que hay un atasco y deben evitarlo. También las ambulancias podrán avisar de su presencia varias calles antes de encontrarse con un automóvil, para que este pueda tomar la decisión más adecuada sobre su ruta. Incluso sensores instalados en las autovías podrán alertar a los automóviles de que el asfalto se está helando kilómetros antes de su llegada. Además, el smartphone o los dispositivos wearable de peatones y ciclistas alertarán de su presencia en el futuro para evitar atropellos.
¿Cuándo llegará el coche autónomo?
Es posible que la llegada del 5G precipite la llegada de los coches totalmente autónomos a las calles. Sin embargo, no parece que esto sea posible antes de 2030. Al menos así lo estima el grupo GEAR 2030, que integran expertos de la industria, la investigación e instituciones públicas. Será en esa década, afirman, cuando se producirá el desarrollo pleno del coche totalmente autónomo. De hecho, ha elaborado una serie de recomendaciones para asegurarse de que el entorno necesario para su circulación, tanto a nivel público como legislativo, esté listo para entonces.
Una de las razones tiene que ver con la adaptación de la legislación a la nueva realidad del coche conectado. Y no es tan sencillo como hacer un par de cambios en la Ley de Seguridad Vial. En este sentido, los juristas se enfrentan ya a cuestiones como la categoría jurídica de los robots, los niveles de autonomía que coexisten, el concepto de responsabilidad civil en estos casos, quién debe indemnizar por daños en caso de accidente o cómo enfrentarse a un producto defectuoso.
Mientras, los coches autónomos de distintos niveles coexistirán en las carreteras. Así, se espera que el 99% de los coches que se vendan en 2035 tenga características de conducción autónoma de nivel 3 (automatización parcial) o 4 (alta automatización).
Esto planteará una mayor complejidad a la hora de decir adiós al volante de manera definitiva. La razón es que vehículos con humanos dentro tomando decisiones y otros que circulan prácticamente por sí solos coincidirán en una misma calle. Si hay algún problema, ¿quién asumirá la culpa?, ¿cómo procesará la situación el automóvil totalmente automatizado? Son cuestiones muy complejas a las que tecnología y legislación deberán dar una respuesta.
Fuente El Blog de Caixabank
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