Así lo ha explicado a Efe el meteorólogo y comunicador científico de Meteored José Miguel Viñas, quien no se ha mostrado pesimista tras conocer este dato puntual porque la tendencia descendiente «no evita que en un momento dado pueda haber momentos de fluctuación» debido, por ejemplo, a factores atmosféricos.
Según el documento publicado hoy por el CAMS, este fenómeno se ha convertido en «uno de los agujeros de ozono más persistentes de nuestro registro de datos» y en la actualidad supera el 75 % de los registrados en esta fase de la temporada desde 1979, fecha a partir de la cual se tienen datos.
Viñas ha explicado la situación indicando que la Antártida es una zona «muy aislada» también en términos de circulación atmosférica debido a la separación oceánica existente respecto al resto de continentes del hemisferio sur, lo que en su momento propició «un proceso de destrucción del ozono que culminó finalmente con el agujero».
La relación entre la subida de temperaturas y la manera en la que en la atmósfera se transporta el aire a otras zonas «es un tema complicado de entender», pero «la tendencia a la baja está ahí» y ha insistido en que «para el año 2060 o 2070 los elementos químicos que en su día se lanzaron no van a romper más ozono» y por tanto el agujero desaparecerá.
Los elementos químicos a los que hace referencia son los conocidos como clorofluorocarburos o gases CFC, cuyo uso antes del Convenio de Viena en 1985 y del Protocolo de Montreal en 1987 estaba ampliamente extendido.
Para las organizaciones conservacionistas como Ecologistas en Acción, la aplicación de estos acuerdos es «uno de los grandes ejemplos de determinadas políticas que funcionan» y así lo ha defendido a Efe el responsable de clima y energía de esta ong, Javier Andaluz.
En comparación con el Protocolo de Montreal, «los convenios climáticos más recientes son endebles», ha sentenciado Andaluz.
Así, este protocolo «fue muy claro dando fechas para la eliminación de los CFCs, mientras que el último acuerdo climático que tenemos, el Acuerdo de París, establece un proceso para que los países frenen sus emisiones de gases de efecto invernadero desde sus propias ópticas», sin fijar un plazo concreto, lo cual lleva a un «menor compromiso por parte de la comunidad internacional».
No obstante, ha reconocido que «la aplicación directa de uno y otro es muy distinta» porque con el documento firmado en la capital francesa «estamos hablando de afectar a muchos sectores y de repercusiones mucho más grandes».
Esa diferencia en la repercusión de ambos no implica que el agujero de ozono sea «un problema menor», tal como ha recordado José Miguel Viñas, quien ha indicado que la ausencia de ozono en la estratosfera, como ocurrió en la Antártida, generaría un sitio inhóspito, en el que no se podría vivir. EFE
M.M.