Me gusta Bob Dylan, no lo puedo remediar. Me parece mejor en sus discos que en sus actuaciones en directo y siempre he pensado que es, sobre todo, un buenísimo letrista, además de prolífico.
Eso si siempre me desconcierta. Como con este disco, lo último de su extensa producción: Christmas in the Heart. Y eso que este mismo año había publicado ya Together trough life.
Bueno, habrá que escucharlo varias veces y esperar que pasen estos días almibarados (como el disco). En todo caso quizás merece refugiarse en los cuatro discos anteriores que son excelentes trabajos de estudio.
Este trabajo, Christmas in the Heart, es difícilmente clasificable. Quizás sea justificable con el motivo que está dedicado a generar beneficios para la ONG Feeding America y sus campañas de reparto de comida entre los más pobres.
Quizás enmarcado en ese género almibarado tan peculiar de la época, de las Navidades Blancas y guays.
Eso si llama la atención la voluntad de Bob Dylan de meterse en donde no le llaman, en ese patrimonio tradicional que parece solo tiene que generar buenas sensaciones. El da una vuelta de tuerca a la cosa y tiene la habilidad de encontrar fórmulas estéticas brillantes y, sobre todo, inesperadas en las canciones que versiona.
(Navidades en el corazón) es un disco irregular. Flojo en lo referente al tratamiento vocal e instrumental. Tiene quince canciones, son quince villancicos, adaptaciones contemporáneas de temas que son de siempre.
La versión de El tamborilero es chirriante. Parece increíble que fuera a decir que prefiero la versión que hace el ínclito Raphael nuestro. Sin embargo suena bien Must be Santa que se oye funky. Luego Christmas Island suena a tonos del Océano Pacífico. Y Adeste Fidelis suena cantado(es un decir) en latín macarrónico.
La banda que le acompaña es buena y en ella hay que destacar a David Hidalgo de Los Lobos y al guitarrista Phil Upchurch.
Pues eso Christmas in the Heart va de buen rollo.
(Navidades en el corazón)