lunes, noviembre 25, 2024
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El jazz Chucho Valdés deja huella en Los Jardines de Sabatini

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El pianista cubano Chucho Valdés ofreció un gran recital en Los Jardines de Sabatini de Madrid y aprovechó para exhibir su último trabajo «Chucho’s Steps» junto a los Afrocuban Messengers, la nueva banda del maestro cubano, quien a sus 68 años consiguió arrancar el aplauso y la sonrisa del público.

Existen muchas diferencias entre las dos orquestas y formatos escogidos por Chucho a lo largo de sus más de 50 años de carrera. Poco tiene que ver la superbanda Irakere, con la que trabajó más de 25 años, y los músicos que acompañaron hoy al pianista.

Sin embargo, Valdés quiso homenajear a su antigua formación con «Misa negra», una de las canciones más significativas de su carrera.

Con «Danzón» el saxofonista Carlos Miyares comenzó al ritmo de chachachá. Como el propio Chucho anunció esta es una de las canciones de su nuevo disco que combina varios géneros, entre ellos la balada y el blues, que se acoplan a la perfección para crear una compleja composición.

En cambio, «New Orleans» es una visión «azucarada» del jazz manufacturado en las salas de fiesta de la ciudad sureña. Esta canción es un puente entre las orillas del Mississippi y las playas cubanas.

Mucho más habanera sonó «Yansá», que sumergió al auditorio en el profundo canto yoruba de Dreiser Durruthy, quien también acompañó con tambores batá y bailes tribales al sonido jazzero del piano de Valdés.

Luego fue el turno para «Begin to be good», una composición que comenzó siendo buena y terminó siendo simplemente excepcional.

En «Zawinul Mambo» el músico fusionó a la perfección la tradición con la vanguardia. Se trata de un homenaje al teclista Joe Zawinul, uno de los artistas que influyeron definitivamente en la trayectoria del ganador de siete premios Grammy.

«Chucho’s Steps» («Las pisadas de Chucho») es el nombre de la grabación que da título al nuevo álbum de Valdés y un recuerdo «a lo cubano» dedicado a John Coltrane, quien grabó «Giants Steps» en 1980.

La voz de Durruthy volvió a aparecer en «Changó». A este joven artista de 25 años le sobra virtuosismo y tiene las raíces muy presentes. Algo parecido ocurre con Yaroldy Abreu, quien con sus congas creó melodías imposibles.

El público mecía tímidamente sus cabezas de izquierda a derecha, disfrutando con los ritmos experimentales que trajo la nueva propuesta de Valdés y compañía.

La ilusión de Chucho podía palparse a simple vista. No tiene inconvenientes en ceder el protagonismo a los excelentes músicos que le rodean: dirige, juega y anima a cada uno de ellos para que encuentren su camino en un directo mágico.

«Obatalá» es otra de las deidades de la religión yoruba. Por eso, Mayra Caridad Valdés, la otra hija de Bebo, irrumpió en el escenario con aspecto de santera.

Chucho se levantaba de la silla, dirigía con sus enormes y ágiles manos a una banda que lo venera como el gran revolucionario del jazz cubano del último cuarto de siglo. Durante toda la noche convirtió en una fiesta una actuación que certifica que está en forma.

Para finalizar volvió la única voz femenina de la banda y con ella «La fiesta de San José». Esta canción es puro folclore cubano, metiéndose hasta la cocina y repasando los platos de la rica gastronomía isleña.

La hermana de Valdés puso en pie a Los Jardines de Sabatini, pidiendo palmas, baile y desenfreno. Con el público madrileño en pie la visita del genial grupo de músicos cubanos, quienes agradecieron con la mano en el corazón el merecido aplauso que les brindaron.

Con Valdés, España y Cuba mantienen viva su hermandad gracias al arte que brota entre ambos países. Y es que La Habana es Cádiz con más negritos, como decía la letra de Antonio Burgos popularizada por Carlos Cano.

Chucho Valdés culminará su semana española con las actuaciones en el Festival de Jazz de San Javier (8 de julio) y en el Teatro Clásico de Mérida (9 de julio).

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