Un morlaco rezagado que ha quedado suelto desde Estafeta ha aumentado el peligro y la emoción del segundo encierro de los sanfermines 2010, corrido en tres minutos y medio por los toros de la ganadería gaditana de Cebada Gago, que han provocado dos heridos por asta.
Cumpliendo la fama que se han ganado en los veinticinco años que llevan viniendo a Pamplona, los «cebaditas» han dejado tras de sí numerosos sustos y momentos de tensión al romperse la manada en Estafeta y completar de forma disgregada un recorrido en el que uno de sus hermanos se ha quedado atrás, volviéndose en repetidas ocasiones.
La torada ha abandonado los corrales de Santo Domingo a las ocho en punto, encabezada por los cabestros y, muy compacta, ha recorrido los primeros metros cuesta arriba hasta encontrarse con los mozos, hasta ese momento sin incidentes.
Poco a poco han completado este primer tramo hermanados, aunque ya algo más estirados, y así han llegado a la plaza del Ayuntamiento, que han salvado sin demasiados problemas hasta poco antes de llegar a la curva de Estafeta, donde uno de los corredores ha protagonizado un encontronazo con un animal en el que ha sufrido una cornada.
Aunque ni toros ni mansos han llegado ni siquiera a chocar contra el vallado de esta curva, algo habitual en las carreras, uno de los bravos ha caído en el pavimento y a partir de este momento han seguido su camino de forma muy fragmentada, lo que ha permitido a los mozos acercarse a las astas.
Con tres toros con los cabestros en cabeza, el grupo ha continuado por esta calle, donde un cárdeno de nombre «Cabrero» se ha quedado definitivamente descolgado y ha realizado en solitario el resto de la carrera.
Tremendamente despistado, este «cebadita» parecía no encontrar el rumbo y se ha parado en repetidas ocasiones, girando sobre sus pasos e incluso arremetiendo contra el vallado.
El capote de San Fermín ha vuelto una vez más a ayudar a los corredores, que se empeñaban con ahínco en dirigir al morlaco hacia los corrales de la Plaza de Toros.
Mientras sus hermanos ya habían entrado en chiqueros, después de que uno de ellos perdiera las manos nada más tocar la arena, el último seguía entreteniéndose por el camino, aunque, una vez en el coso, los dobladores han sabido con sus capotes llevarlo junto al resto de la manada.