El grupo británico Kasabian ha calentado esta noche la maquinaria de un FIB Heineken infalible en lo masivo e incombustible en su formato, con un concierto de «post punk» sin respiro para los seguidores británicos, vencedores por mayoría y ajenos una superlativa fiesta de la banda catalana Love of Lesbian.
Los de Leicester han destrozado la oscura perspectiva que brindada una primera noche de conciertos sin grandes nombres, marcada por un cartel sensiblemente inferior al de ediciones anteriores.
Pero el FIB siempre vence, porque el público responde y satura el gran show de la noche, ofrecido en esta ocasión por una banda casi olvidada en España pero aclamada en su país, que ha pisado por segunda vez el Escenario Verde.
Kasabian ha sacudido a los «fibers» con éxitos como «L.S.F.» y los ha hipnotizado con los sonidos psicodélicos y étnicos que envuelven su último disco, «West Ryder Pauper Lunatic Asylum» (2009), que le desprenden definitivamente de los influjos de los Happy Mondays.
Su líder, Tom Meighan, ha ejercido de estrella en su definición más extensa y ha conducido al público hasta la extenuación con su single más conocido, «Club foot», editado hace seis años pero capaz aún de agotar las piernas. Después un bis por aclamación al grito de «we want more» y más éxitos como «Fire» para el despegue definitivo.
Mucho antes, con la noche a media luz, Charlott Gainsbourg, ha abordado el escenario principal vestida de rockera -pantalones y chaleco negros- para tocar por primera vez en España, 23 años después de su debut, en un retomado interés por la música que ha brindado dos discos hasta el momento: «5:55» e «IRM».
Expresiva y entusiasta, pero su voz ha quedado engullida por las secuencias rítmicas, casi tribales, de este último trabajo, compuesto y arreglado por el músico estadounidense Beck, lo que se traduce en multitud de instrumentos, timbres y sintetizadores añejos.
Canciones como «Voyage» o Vanities, con un imponente arreglo orquestal, han abducido a sus seguidores desde el inicio, pero apenas han logrado levantar al resto de los fibers del suelo, desde donde han observado casi todo el concierto.
Tal vez esta falta de conexión pueda ser achacable a Charlotte, hija de Serge Gainsbourg, aunque también podría atribuirse a un público que apenas la conoce. A ella y a otros muchos de los grupos que han tocado hoy, porque al FIB Heineken viene cada vez menos gente interesada por escuchar música.
Así lo ha refrendado la banda madrileña «El hijo», que ha acunado a los pocos centenares de oyentes con un pop exquisito e intimista, demasiado emocional para unos fibers en busca de sonidos espaciales.
Y en respuesta a esta tibieza, el concierto de Love of Lesbian; una auténtica fiesta musical que, como era previsible, ha sido recibida por una concentración de banderas españolas al grito de «Villa maravilla» -en alusión al triunfo mundial de la selección de fútbol-.
La capacidad de este grupo catalán para transformar la melancolía de sus grabaciones en un potente espectáculo es insólita. Lo hacen desde el humor, la instrumentación colorista, la multiplicación de voces, canciones como «Noches irreversibles» o «Allí donde solíamos gritar» y la complicidad absoluta con el público.
Desmitifican los estereotipos del rock disfrazándose de superhéroes de baja calaña, dedicando la canción «Cómo me amo» al futbolista Andrés Iniesta, bailando la «coreografía más estúpida que un ser humano puede bailar» y bajando del escenario para bailar con los «fibers». Un concierto directo a las emociones, cien por cien de festival. Ahora todos formamos parte del «Club de fans de John Boy».
Salvando las distancias, por leyenda y amplitud, el ex líder de los míticos The Kinks, Ray Davies, ha intentado generar un efecto similar arropado por una excelente banda en contacto permanente con la multitud de compatriotas. Y lo cierto es que lo ha logrado.
A pesar de una voz y una pose más cercana a un cantante de folk americano, ha mantenido en vilo a un público de diversidad generacional con temas como «Victoria», o el imperecedero «You really got me», detonante de una explosión colectiva.
La guinda de esta primera noche la ha puesto el pop «superclase» del dúo formado por James Mercer (The Shins) y Danger Mouse (Gnarls Barkley), y el resto, hasta el amanecer, aún corre a cargo de los DJ.