sábado, noviembre 23, 2024
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Elvira Lindo dice que «en la vida no hay que ser mansos, es mejor probar y equivocarse»

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Elvira Lindo suele reflejar parte de su experiencia vital en sus libros, pero nunca hasta el punto en que desnuda su alma en su nueva novela, «Lo que me queda por vivir, el retrato de una mujer joven que ha perdido el rumbo y a la que, como le sucede a la autora, le gusta arriesgarse en la vida.

«En la vida no hay que ser mansos. Es mejor probar y equivocarse, y yo me he equivocado muchas veces, afirma Elvira Lindo en una entrevista con Efe que tiene lugar en su casa de Madrid, donde comparte vida y vocación literaria con el escritor Antonio Muñoz Molina, su mejor lector y crítico.

Publicada por Seix Barral, la novela tiene como telón de fondo el convulso Madrid de los años ochenta y los vertiginosos cambios que propició la Transición en la sociedad española, pero no es un libro de época.

Es la crónica de un aprendizaje, escrita en tono intimista y sincero; un viaje al corazón de una madre separada con un niño de cuatro años, que, «vulnerable y confusa, lucha por abrirse hueco en el mundo.

Y es también una novela de madurez. Elvira Lindo (Cádiz, 1962) empezó muy joven a presentar programas en la radio, a escribir guiones y a crear personajes como su famoso «Manolito Gafotas»; ha cultivado la literatura infantil y ha publicado varias novelas para adultos.

Pero, como asegura ella misma, no hubiera podido escribir de joven «Lo que me queda por vivir» -el título lo ha «robado» de un bolero de Omara Portuondo-. Había que dejar cicatrizar las heridas de las rupturas amorosas y de algunas experiencias traumáticas.

«Esta novela está muy desnuda de muchas cosas en el lenguaje, y yo quería que fuera cristalina, señala esta escritora que se siente «en paz con el pasado».
El embrión de la novela es un cuento, «El huevo Kinder, que escribió hace años y en el que Lindo evocaba la noche en que fue al cine, en la Gran Vía de

Madrid, con su hijo de cinco años. Era un día de diario «y no era el momento más adecuado para sacar» al niño, admite. A Miguel, el hijo de Elvira Lindo y autor de la portada de la novela, le encantó el cuento, y también a Antonio y a los hijos del novelista. Y a partir de ese texto, decidió escribir su libro más personal.
La novela tiene fragmentos autobiográficos, pero Lindo insiste en que, como en toda ficción, hay situaciones y «personajes inventados».

«Tuve pudor en sacar esta novela porque, más que lo que pasa, es que está muy bien reflejado cómo se siente uno cuando está en una situación de confusión y en una época en la que yo era muy joven, señala Elvira Lindo, quien, como Antonia, la protagonista del libro, empezó a trabajar con 19 años en la radio y poco después se quedó embarazada. Tuvo que mantener un difícil equilibrio entre su profesión y su condición de madre joven.

En la radio le daban «mucha libertad» para desarrollar su trabajo y ella no sabía bien «cómo manejar esa libertad». A su alrededor «circulaba la droga por todas partes» y lo que la mantenía «en el suelo era un hijo muy pequeño».

«También te preguntas qué es lo que te protegió a ti de muchas cosas, y en ese mundo tan proceloso está la figura de un niño de cuatro años que yo quería que tuviera entidad de personaje en la novela, es decir, que no fuera una mera comparsa de la protagonista, sino una especie de ángel que sobrevuela toda la historia, añade la escritora.

Como la protagonista de su novela, Elvira Lindo trabajó en los comienzos de la televisión privada, y reconoce que ella no estaba preparada «para ese mundo, divertido pero grotesco». Hacía «guiones para cómicos» y, tras dos años, decidió volver a la radio y a «escribir cuentos».

«Por fortuna tuve el valor en algún momento de la vida de hacer lo que quería, que era dejar de escribir de encargo y ponerme a escribir aquello que yo deseaba, señala la autora de «Una palabra tuya» (Premio Biblioteca Breve de Novela).

Lindo perdió a su madre a los 16 años, y el sentimiento de orfandad recorre su nueva novela, en la que hay un hermoso homenaje a esa mujer que sentía «mucho miedo» por el futuro de su hija pequeña, de carácter «abierto, rebelde y complicado».

Aquella adolescente, que era «la alegría de la casa» y que hacía reír a los adultos con sus parodias, maduró, desarrolló su vocación de escritora y formó una familia: «las cosas que yo creo que podría haberle dado a mi madre, añora Elvira Lindo.

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