El día 7 de Diciembre es San Ambrosio, víspera de la Inmaculada, entre dos fiestas oficiales en España como son la citada inmaculada y la Concepción de nuestra Constitución, cada vez menos inmaculada. También es una la fecha significativa para el mundo lírico: el inicio de la Temporada en la Scala de Milán.
La Scala se ha ganado a base de años y prestigio un sólido lugar preponderante en la ópera. Generalmente no defrauda en su inauguración que también marca el devenir de la ópera en el resto de temporadas en el mundo. Es decir: crea tendencias.
Como ya va siendo habitual, este acontecimiento se retransmite vía satélite. Primero a las televisiones y últimamente a los cines que recogen los más nimios detalles y que prima el sonido tanto de los cantantes, como de las orquestas. Esto permite presenciar la noche de San Ambrosio en vaqueros y contemplar a las altísimas burguesías italianas e incluso internacionales vestidas con sus uniformes de grandes firmas.
Presidía en el palco el Presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano. En el foso presidía Daniel Barenboim. Entre presidentes estaba el juego y Barenboim, en el inicio de la representación se permitió recordar el artículo 8 de la Constitución Italiana que obliga al Estado y al Gobierno a mantener y acrecentar el legado cultural de tan maravilloso país. El mensaje excedía de la propia Italia.
Por ello me estremeció esta imprevista intervención del maestro: tal vez era reflejo de aquello tan conocido de “Cuando veas las barbas de tu vecino…”, pero tanto allí como aquí sus palabras sonaron auténticas, oportunas, valientes y necesarias.
Después una Valquiria excepcional. Die Walküre de Richard Wagner (segunda parte de su Tetralogía que en opinión de Barenboim es la más adecuada para ser representada en solitario, sin el acompañamiento de sus tres hermanas) contó con una maravillosa dirección musical que inundó la Scala y los cines de todo el mundo que la retransmitían.
Un reparto internacional. Nina Stemme, sueca, el tenor neozelandés Simon O’Neil, el bajo ucraniano Vitalinj Kowalijow como el dios Wotan , el veterano inglés John Tomlinson, la rusa Ekaterina Gubanova como la diosa Fricka y la grandísima mezzo alemana Waltraud Meier como Brünnhilde se sumaron a este éxtasis sonoro que fue la noche de San Ambrosio en Milán. Así lo reconoció y premió su exigente público.
La puesta en escena del belga Guy Cassiers, tuvo momentos excelentes, pero sinceramente no importó mucho. Hay que acostumbrarse a que estamos en tiempos de crisis y los costes de producción se pueden suplir muy bien con imaginación. Esto es lo que hizo Cassiers, cuyo primer acto y la dirección de actores-cantantes fue ejemplar.
Una tarde-noche para enmarcar.