Una novillada dura y difícil, con peligro para ser claro, de Flor de Jara, dejó el balance de una vuelta al ruedo con sabor a trofeo de Víctor Barrio, y un percance de carácter menos grave de Jiménez Fortes, este martes en Las Ventas.
FICHA DEL FESTEJO.- Novillos de Flor de Jara, con presencia y malas ideas. Novillada que, mucho más allá de las dificultades, planteó serios problemas por su falta de fijeza en cinco novillos, sin atender «los toques», «orientados» y apuntando al cuerpo.
Un infierno, aliviado sólo por el poco empuje que tuvieron los astados, de los que fue excepción el sorprendentemente suavón quinto, corrido en sexto lugar al alterarse el turno por la cogida de Jiménez Fortes.
Manuel Larios: pinchazo y estocada desprendida (silencio); bajonazo (silencio); y estocada (palmas).
Jiménez Fortes: estocada algo trasera y tendida (palmas).
Víctor Barrio: estocada delantera y caída (ovación); y estocada caída (vuelta tras petición, con abucheo al «palco» por denegar el trofeo).
En la enfermería fue operado Jiménez Fortes de «herida en el tercio medio cara externa del muslo derecho, con trayectoria ascendente de 20 centímetros, que causa destrozos en los músculos tensor de la fascia lata y vasto externo, de pronóstico menos grave».
En cuadrillas, excelente el picador Luciano Briceño, se agarró en dos buenos puyazos al tercero, y en este novillo puso un buen par «el tercero» Alberto Zayas, quien saludó después en el quinto al compartir la ovación con Miguel Martín, que puso asimismo dos soberbios pares.
Al final del paseíllo se guardó un minuto de silencio para conmemorar la muerte en Talavera de la Reina, hace 91 años, de Joselito «El Gallo».
La plaza rozó el lleno en tarde agradable.
Barrio, valor, suficiencia y torería
El percance que sufrió Jiménez Fortes merece mejor reconocimiento que el sollozo por su dolor. El joven novillero cayó herido por arrestos y pundonor, por un querer lo imposible cuando se veía claro que el tributo iba a ser la cornada. Cuando se quiere tanto y a toda costa en condiciones tan adversas, lo más probable es que se haga presente el infortunio. Y así fue.
Jiménez Fortes había templado mucho con el capote en un mecido saludo a la verónica. Pero cambió radicalmente el comportamiento del astado en el último tercio, tanto que nadie puede asegurar ahora con certeza cuándo y de qué manera le metió el pitón entre tantos acosones y desarmes, y alguna que otra voltereta, durante el valiente trasteo. Loor para el valiente novillero malagueño, que podía haberse ido antes a la enfermería. Pero se tragó la sangre derramada, aguantando hasta poner la rúbrica con la espada, y ya, sin aspavientos, dejar el ruedo por su propio pie.
El otro héroe de la tarde fue Víctor Barrio, que además hizo méritos más que de sobra para cortar la oreja injustamente denegada. Apuesta fuerte la suya desde el mismo momento que pidió anunciarse con este hierro sabiendo lo que podía haber detrás de su encaste santacolomeño, que por algo lo rehúsan los toreros de arriba. Barrio quiso hacer el gesto después de haber quedado el pasado año como el novillero con mejores espectativas para éste.
Así es como hay que venir a Madrid, y en San Isidro. Y aunque todavía le aguarda un segundo paseíllo en este mismo ciclo, a pesar del trago que estaba siendo lo de hoy, no volvió la cara en ningún momento, al contrario, sus dos faenas fueron una lección de coraje y valor, orgullo y pundonor, por supuesto también capacidad técnica y notables argumentos artísticos. Torería se llama eso.
A sus dos novillos los esperó de salida en el centro del ruedo. Había que tener agallas, como estaba saliendo la novillada. Al tercero le dio unos escalofriantes lances, una espaldina ligada a cuatro tafalleras de increíble ajuste, quedando prendido en el remate de la media de rodillas. No fue posible en el quinto, por la mala condición del astado, pero Barrio estuvo también «ahí».
Ya con la muleta, la misma disposición. Barrio aguantó sin pestañear las inciertas y perversas embestidas de uno y otro. El tercero como mucho se tragaba dos, al tercero ya venía cruzado, al bulto. El fondo de «olés» esta vez se hizo de «ayes». Vale decir que en el mérito de la faena se fundamentó en el mismo tesón y el valor para sacar aquello adelante. Menudo estuvo Barrio.
Pues mejor si cabe, más poderoso y suficiente, en el quinto. El ánimo otra vez intacto, muy firme y corriendo bien la mano, y eso que el de Flor de Jara venía siempre «cazando». Barrio procuró llevarlo muy tapado, sometiéndole en lo que cabía, muy suficiente el torero, muy capaz. Se agotan los adjetivos para ponderar tan vibrante actuación. El presidente, sin embargo, no supo valorarlo, quizás porque la espada no cayó en su sitio exacto. Pero la bronca al usía lo dice todo, y todavía más la aclamada vuelta al ruedo del torero segoviano, quien sin cortar orejas ha vuelto a triunfar en Madrid.
El primer espada, Manuel Larios, pasó también su particular calvario en los dos novillos de su lote, revoltosos y peligrosos como los que tocaron en suerte a sus compañeros. Y hablando de suerte, el destino quiso que Larios estoqueara el segundo que hubiera correspondido al compañero herido. El único astado suavón, excepción del terrible encierro. No obstante, en éste estuvo sólo fácil, dándose el gusto de sentirse seguro y confiado. Pero en circunstancias como las de hoy eso se llama oportunidad perdida.
Juan Miguel Núñez/Efe