La semana pasada, la cantante fue pillada de compras en un sex-shop de París situado en el barrio del Pont Neuf y se gastó la nada despreciable cifra de 1.000 euros en complementos eróticos de todo tipo: Ropa interior, esposas de cuero, juguetes y velas perfumadas.
Según uno de los testigos, ella sabía perfectamente lo que quería y no pidió ningún tipo de ayuda. «Ella no mostró en ningún momento nerviosismo al entrar en el sex-shop, sonreía de oreja a oreja y parecía que tenía prisa en volver al hotel».
Lo que aún no sabemos quién estaría en la habitación del hotel esperando a Rihanna, después de que hace pocas semanas declarase que necesitaba una «escapada»: «Necesito una escapada porque este trabajo es demasiado. Es como un dolor en el culo esto de llegar a casa y estar sola o después de trabajar tirarte en la cama de una habitación de hotel con nadie.»