De poco le ha valido a The Artist ser la película más laureada de lo que va de año. Hay quien todavía no sabe que la cinta de Michel Hazanavicius es un magistral homenaje al cine de antaño y monta en cólera al comprobar que ha pagado dinero por ver una película muda y en blanco y negro. Una película como esas que en su día firmaban tipos como Charles Chaplin, Fritz Lang o Friedrich Wilhelm Murnau ¿Les suenan de algo?
Ya ocurrió algo parecido hace pocos meses con El árbol de la vida de Terrence Mallick. Los primeros minutos de la cinta, -con grandiosos planos del cosmos, una grandilocuente música de Alexandre Desplat y una voz en off más propios del videoarte que de lo que consideramos una «película al uso», eran un trance que no muchos fueron capaces de soportar. No lograban conectar con el poema visual de Mallick y abandonaban la sala.
De hecho, y ante este fenómeno, algunos cines colocaron vergonzosos carteles de aviso advirtiendo que no era una película que respondiera a los códigos visuales a los que está acostumbrado el aborregado gran público. Aquí en España, algunas salas llegaron incluso a garantizar la devolución del dinero si se abandonaba el cine en la primera media hora.
No sabíamos que era muda
Ahora la vilipendiada es The Artist. Su problema no es que sea demasiado compleja o evocadora. No. En el caso de la cinta de Hazanavicius se trata de que es demasiado retro, excesivamente vintage. Concretamente las quejas del poco respetuoso respetable se centran en que es una película muda. Una afrenta que los consumidores compulsivos de palomitas y productos como Avatar, Transformers o Crepúsculo no están dispuestos a pasar por alto.
Según informa The Telegraph, en el cine Odeon de Liverpool varios espectadores exigieron en taquilla que se les devolviera su dinero tras ver el filme. Alegaban que se sentían estafados ya que no tenían ni idea de que se trataba de una película muda en la que, además, la pantalla es más pequeña de lo normal.
Y aunque, en principio, el cine negó ningún tipo de problema con la cinta de Hazanavicius, finalmente tuvo que admitir que hubo reclamaciones y que llegó a devolver el dinero. «Odeon Liverpool One puede confirmar que ha realizado un pequeño número de reembolsos a los clientes que no tenían conocimiento de que The Artist era una película muda», señala un portavoz. La manada en estampida se sale -una vez más- con la suya.
Avisemos a todo el mundo
La solución que apuntan algunos, y que ya se ha visto en algunos cines, consiste en que un letrero avise de que The Artist es cine mudo. En este punto, y puestos a avisar, también habría que colocar letreros de alerta en carteles de otras películas. Vamos con algunos ejemplos que se nos han ocurrido a bote pronto.
El cartel de Memento, por ejemplo, debería haber estado acompañado de letrero que avisara que las escenas van de adelante hacia atrás. Otro de esos que alertan que la trama no es lineal también para Pulp Fiction. Y hablando de Tarantino, en Kill Bill habría que avisar que el flashback -ya estamos saltando en el tiempo otra vez- de Oren Ishii es una escena en Anime. Vamos, un cartel que ponga: «¡Ojo! Hay un momento de la película que salen dibujos».
De hecho, y siguiendo esta política de alerta máxima, el cartel de Inland Empire de David Lynch, Primer de Shane Carruth o de Las Vidas Posibles de Mr. Nobody de Jaco Van Dormael deberían ser solo un letrero de aviso. Pero seguimos con más ejemplos.
En Vicky Cristina Barcelona, habría alertar que los gritos de Penélope Cruz pueden dañar los tímpanos. En Avatar, que no entren a verla si ya han visto Pocahontas y Los Pitufos. O en la más reciente Drive, deberían avisar que no hay que ver la película si no tienes unos dólares ahorrados. Y es que, indefectiblemente, al final de la proyección querrás comprarte la cazadora de Ryan Gosling.
Hazanavicius se lo toma con humor
Y por qué no. Sabiendo lo que ya sabemos, también hay que alertar a la hora de enfrentarse a los clásicos. Podemos poner como ejemplo El tercer hombre. Al impaciente respetable habría que ponerle sobre aviso del plano secuencia final. Es un poco largo, sí, pero merece la pena quedarse porque es uno de los mejores -si no el mejor- de la historia del cine.
Y es que, como nos demuestra el propio Hazanavicius es mejor tomarse ciertas cosas con humor. «Me parece muy gracioso. Si pudiera dar un consejo a la gente sería que pidieran la devolución de su dinero siempre que vean la película que no esperaban. Si no está escrito en el póster es una mala película y ellos piensan que es una mala película, ¡pidan su dinero!». Si seguimos al pie de la letra el consejo del cineasta francés habría colas no a la entrada sino a la salida del cine. Pero… ellos se lo han buscado por no avisarnos.