martes, noviembre 26, 2024
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Liam Neeson vive un ‘Infierno Blanco’ lleno de clichés

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Liam Neeson es uno de los actores que más registros tiene, y no es para menos. Puso su voz al león Aslan en Las Crónicas de Narnia, lideró el nuevo Equipo A, y fue el marido de Julianne Moore en Chloe. Su aspecto y su actuación versátil hace que valga en casi cualquier papel. Puede ser el bueno, o el antagonista, pero casi siempre cumplirá con las expectativas.

En Infierno Blanco (en inglés The grey), Neeson se pone en la piel de Otway, un trabajador de una petrolífera situada en Alaska. Su trabajo es el de cazar a los lobos para que éstos no puedan atacar al resto de empleados y puedan hacer su trabajo sin ningún inconveniente. Con unos días de vacaciones por delante, vuelven a casa, pero el avión tendrá un accidente y morirán casi todos. Perdidos en la nieve, los supervivientes tendrán que enfrentarse al frío y a los peligrosos lobos que habitan la zona.

Aunque el argumento suene a la mítica ¡Viven!, y el principio de la película puede ser similar, por el accidente de avión, pero Infierno Blanco intenta desvincularse de esta percepción poniendo el objetivo sobre los amenazantes lobos que tienen sed de sangre.

El problema del largometraje reside en el exceso de protagonismo que tiene el personaje principal encarnado por Neeson, haciendo que los demás personajes queden relegados a un segundo plano sin pena ni gloria. De esta forma, vamos averiguando más sobre el pasado de Otway, a medida que los otros supervivientes van muriendo de distintas formas, y los lobos suponen una amenaza constante.

A lo largo de la película van metiendo cliché tras cliché, llenando una hora y media con escenas que sobran, o que parece que ya hemos visto: las razones por las que Otway acabó trabajando en la petrolífera, el típico antagonista prepotente, que después aprende la lección, o el hecho de que los miembros de la expedición van muriendo uno a uno. Los primeros quince minutos intentan ponerte en situación, y empiezan los primeros bostezos. Después, todo mejora, para convertirse en una sucesión de muertes, mientras intentas adivinar cuál será el próximo en morir.

Si queríamos ver lobos sanguinarios, también nos hemos equivocado de película, porque aparecen apenas un par de veces, y el resto del tiempo están ahí, como un peligro permanente que puede salir en cualquier momento, un recurso para intentar mantener en tensión al espectador, pero que no llega a funcionar del todo. Y al final acabas viendo la película para ver si el protagonista muere o vive. Algo que no vamos a desvelar aquí.

Glady de la Cruz

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