Ignacio Escolar es una firma habitual de la sección de Opinión de Estrella Digital. En Twitter tiene 126.867 seguidores. Por poner un ejemplo, más que Rubalcaba o el diario ABC, y su blog, -de análisis político por excelencia-, está considerado uno de los más influyentes del país.
Acaba de publicar su primera novela 31 noches (Editorial Suma de Letras) y, por extraño que parezca a sus lectores más fieles, en ella no critica ni a PSOE ni a PP. En su bautismo en el género de ficción, este periodista nacido en Burgos y criado en Madrid se sumerge en el oscuro mundo del narcotráfico y su ley del ‘ojo por ojo’. A lo largo de sus 158 páginas no hay ni rastro de «la herencia socialista» ni del «y tú más» al que tan acostumbrado está. En 31 noches Escolar abandona la lupa crítica y pone el foco en la vida de un policía corrupto, un portero de discoteca y un periodista con amigos poco recomendables.
¿Cómo se enfrenta un periodista a su primera obra de ficción? Debe de ser muy distinto a cómo se elabora un reportaje informativo.
Es un trabajo muy difícil. Los periodistas arrastramos vicios de la información, como indagar datos o, sobre todo, citar las fuentes. En algunos momentos, mientras escribía el texto, casi intentaba atribuir las fuentes y eso es producto de los vicios periodísticos.
En el año 2009 ya publiqué una versión reducida de 31 noches en el cuadernillo de verano de Público y, ahora, he duplicado la extensión del texto. Así que, poco a poco, a medida que iba escribiendo, fui perdiendo el miedo a la ficción.
El libro tiene un comienzo muy impactante porque describe una habitación forrada de plástico y después da datos sobre cómo se hace desaparecer un cadáver en ácido sulfúrico.
La idea me surgió a raíz de lo que me contó un amigo policía. Es el pasaje con el que comienza la novela. Cuenta que en el escenario de un crimen, los investigadores descubren una habitación forrada completamente de plástico (el mismo que se utiliza cuando se pinta). No tenía ventanas y las paredes y el suelo estaban cubiertos de plástico. En la habitación no había nada más excepto un cubo de ácido sulfúrico.
Esta anécdota, que es real, y que me parece que tiene una fuerza tremenda. Es lo que me da pie para empezar la historia. Una historia cuyos personajes no son reales y que tiene una segunda lectura. No sólo está la trama de la novela negra sobre el narcotráfico, sino también la de la crisis del periodismo. El periodista cuenta cómo la profesión se disuelve en ácido sulfúrico.
Velasco es el polícia corrupto, Alek el portero polaco y el narrador es un periodista. El único personaje que no tiene nombre, todos le dicen ‘periodista’.
Quería jugar con la idea de que el lector pensara que el periodista pudiera ser yo. Es solo un juego literario: intentar confundir al lector. Aunque, obviamente, el personaje no soy yo ni se parece a mí.
Al ser su primera novela, ¿en qué escritor se ha fijado?
En el escritor brasileño Rubem Fonseca. Sus obras son contundentes y cortas y, como lector, te hacen valorar la precisión del lenguaje. Además, evita que pierdas el tiempo leyendo cosas que no aportan nada al relato. Me gusta porque no hincha la narración.
Usted también es periodista y de la misma edad que el protagonista, también ha trabajado en periódicos locales como La voz de Almería. ¿También cumplía con las tres D que definen a los redactores en la novela (dipsómanos, depresivos y divorciados)?
No, no las cumplo. Yo no estoy casado, pero tengo pareja y tenemos un hijo, no suelo salir todos los días y no tomo alcohol. Pero sí que es cierto que en esos tres adjetivos se puede reflejar un tipo de periodista de entre 50 y 60 años, que trabaja en redacciones locales (donde la imprenta está debajo de la redacción) y cierran más tarde. Entonces, se adquieren unos hábitos tremendos como salir todas las noches hasta tarde porque no madrugan y beber mucho.
Ahora ya no es así. Ahora, sobre todo, en radio y televisión, se madruga mucho más y han cambiado un poco las cosas.
A pesar de ser ficción, la imagen del periodismo que da en su novela no es muy esperanzadora, como la realidad, ¿cree que esto cambiará algún día o estamos abocados al fracaso?
Creo que dentro de 15 años trabajará de periodista la tercera o la cuarta parte de los que hay ahora. Sobrevivirá el oficio, la vocación. En ese sentido soy muy pesimista. Nos quedan unos años malos, pero, después, dejaremos de depender de las estructuras sociales y seremos panaderos de nuestra propia panadería. Es decir, el periodista dejará la trabajar por cuenta ajena para lanzarse a hacerlo por su cuenta. Y, sobre todo, se tratará de periodistas vocacionales.
El libro es novela negra y usted, como periodista, es especialista en política, ¿escribirla era una manera de escapar de la realidad que, por otra parte, tampoco es que tenga mucho color?
Sí, sin duda. Sería enfermizo haber escrito un libro de política. De hecho, a mí me gustan los sucesos por eso en la novela hay asesinatos, narcos, ajustes de cuentas… El periodismo más puro es el de sucesos. Con los sucesos el periodista trabaja en la calle y, por tanto, es el más cercano a la realidad.
Es verdad que ha sorprendido que escriba una novela negra porque muchos esperaban que fuera sobre política. Probablemente si la escribiera trataría de la corrupción. De todas formas, también participo en un ensayo colectivo sobre la actual situación que presentamos este viernes en Barcelona y es la segunda parte de Reacciona.
Su novela habla de los tentáculos del narcotráfico latino en España, con clanes mexicanos y colombianos que parece que campan a sus anchas en Madrid. ¿Con su libro quiere sacar a la luz un tema que parece que aquí no nos toca de lleno? O, dicho de otra manera, ¿tenemos este problema y la opinión pública no lo sabe?
Yo escribo una novela sobre el narcotráfico. Es ficción, pero lo que cuento pasa en Madrid. Sólo hay que buscarlo en las páginas de sucesos de los periódicos y ahí están las noticias. Hace años, trabajé en México, como consultor de prensa, en Culiacán, capital del estado de Sinaloa, y junto con Ciudad Juárez, son dos de los lugares más peligrosos del mundo, donde el narco asfixia y me interesa mucho el tema. Un colega de Ecuador me dijo una vez que Estados Unidos y Europa son hipócritas con la droga: persiguen al traficante en lugar de al consumidor, que es el que crea el problema. Le respondí que el consumidor es un enfermo. Pero, después de vivir allí, me he dado cuenta de que EEUU es una gran nariz que esnifa a todo un continente porque la gente no sólo se muere de sobredosis. El narco genera muchísima violencia.
Entonces, conociendo de primera mano la tremenda situación que se vive en México donde la guerra contra el narcotráfico declarada por el presidente Felipe Calderón lleva 150.000 muertes, ¿no tiene la sensación de que, comparado con aquello, los problemas de España son minucias?
Nuestros problemas son los de un país rico. Nosotros no hablamos de muerte, ni de hambre. Hay países latinoamericanos que son noticia por ser economías emergentes, pero basta rascar un poco más profundo para ver que la gente allí cobra sueldos míseros y que hay pobreza y violencia. Eso no lo tenemos en España.
Ésta es su primera novela y la publica justo ahora, en plena crisis, cuando la cultura, para muchos, es un bien prescindible. ¿Por qué en este momento? ¿No le da miedo?
Tengo la tradición de ir a destiempo: en el año 2000, en plena crisis de la música, mi grupo de entonces, Meteosat, publicó un disco; en 2007 con la difícil situación del periodismo, participé en la fundación del diario Público y ahora publico mi primera novela. No, no me da miedo.
Además, 31 noches cuesta 12 euros, es un precio asequible para cualquier bolsillo.
Es una novela corta, de fácil lectura. Mi intención no es hacer gran literatura. Como escritor, no puedo elevarme por encima del lector por eso defiendo mucho la literatura y el periodismo popula. Para que la gente entienda lo que lee. Defiendo los libros accesibles, con frases cortas, directas, emocionantes e interesantes.
Para terminar: ¿Antes periodista que novelista?
Siempre soñé con ser escritor. Escribo ficción desde los 9 ó 10 años. Sobre los 19 lo dejé porque empecé con el periodismo. Yo considero la escritura como una práctica vital con el lenguaje como herramienta y, por lo tanto, decidí que, entonces, no tenía sentido escribir ficción. No volví a hacerlo hasta hace poco.
Sin embargo, me considero más periodista que novelista porque escribir ficción no es mi ocupación diaria. Por eso me gusta mucho la palabra amateur porque significa que amas algo. Si me tocara la lotería y me hiciera millonario, seguiría haciendo lo que hago.
Con la cercanía del día del libro, Ignacio Escolar estará en ciudades como Madrid o Barcelona presentando sus 31 noches. Una novela rápida e intrigante que, a buen seguro, le deparará muchas alegrías. No obstante, “casi todo el mundo me habla muy bien del libro, pero casi todos los que me lo dicen son amigos”, me cuenta mientras se ríe. Él no lo dice, pero hay otros muchos, -lectores anónimos-, que también alaban su primera incursión en el género y hasta ya piensan en la segunda novela.
Cristina Rodríguez