Más de dos décadas después de la caída del muro de Berlín, las diferencias sobre cómo representar el pasado de la Guerra Fría están afectando a los planes de construir un nuevo museo en el antiguo puesto fronterizo ‘Checkpoint Charlie’. A partir de septiembre se conocerá más información del proyecto del museo «punto de control» de mayores dimensiones.
Todos los días miles de turistas acuden al lugar que presenció un dramático pulso entre tanques soviéticos y estadounidenses en 1961 en el centro de lo que ahora es la capital de la Alemania unificada.
Aunque sigue siendo un potente símbolo de enfrentamiento entre el este comunista y el oeste capitalista, el checkpoint hoy parece desvencijado y ha sido apodado «snackpoint Charlie» por los medios locales por la proliferación de puestos de comida.
El sitio contiene una caseta reconstruida y un museo privado con muy poco espacio que se centra en los métodos que usaban los alemanes del este para pasar el muro. Estudiantes de arte dramático posan con trajes de los ejércitos soviético y estadounidense y los vendedores ambulantes asaltan a los turistas con copias de sombreros del ejército rojo.
«La memoria del muro es local y específica, pero la confrontación que hubo detrás es mundial. Necesitamos un marco internacional más amplio para comprender la Guerra Fría», dijo Konrad Jarausch, responsable de la iniciativa para crear el museo, que es respaldado por los socialdemócratas (SPD) de centroizquierda que gobiernan la ciudad.
El este comunista presentó la construcción del muro como una respuesta a los intentos occidentales de minar la economía de Alemania oriental e infiltrar espías y saboteadores. Los historiadores del bloque soviético y sus libros de texto lo llamaban «barrera de protección antifascista».
El museo, que cuenta con el respaldo de ex dirigentes como James Baker, el secretario de Estado de EEUU cuando cayó el muro, podría tratar de explicar lo que significó la construcción en las dos Alemanias, y mostrar cómo los conflictos en Corea, China y Vietnam alimentaron la rivalidad de las superpotencias en la Guerra Fría, dijo Jarausch.
Esto implica una mirada crítica sobre la política de Estados Unidos y la Unión Soviética, añadió. «Hay una versión oriental y, aunque el este contribuyó al miedo, la propaganda y la confrontación, tenemos que ofrecer algo a los visitantes de Polonia, Checoslovaquia y la antigua Unión Soviética, de forma que puedan ver algo de su experiencia ahí», dijo Jarausch.
Pero el objetivo de representar las perspectivas del este y del oeste sobre la Guerra Fría ha irritado a los democristianos de centroderecha que gobiernan Berlín en coalición con el SPD y están bloqueando el proyecto del museo.
«Encuentro controvertido presentar ambas partes con igualdad», dijo Stefan Schlede, portavoz de la CDU para asuntos culturales en el parlamento de la ciudad. Antes de la reunificación, Schlede era el director de una escuela en el distrito Neukoelln de Berlín Oeste, que estaba rodeada por el muro en tres de sus lados.
«Nací en Berlín, presencié la caída del muro y lo que los alemanes experimentaron en términos de ocupación soviética no es de ningún modo comparable con las políticas posbélicas de los americanos».
Jarausch, que enseña historia alemana en una universidad estadounidense, dijo que el museo debería mostrar todos los lados del asunto. «No soy un defensor del comunismo. Por otro lado, no tendría sentido tener una perspectiva occidental y triunfalista. La Guerra Fría fue un proceso interactivo entre este y oeste, y hacen falta dos para bailar un tango», dijo Jarausch.
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