Ha pasado medio siglo desde que el cantautor por excelencia publicase su primer trabajo en 1962. Era el homónimo ‘Bob Dylan’ y pasaba sin pena ni gloria. Ahora, la mañana de este martes 11 de septiembre llega ‘Tempest’, una colección de diez canciones que ha mantenido en vilo la expectación de todos los amantes del folk y la poesía desde hace meses.
35 álbumes. Nada más y nada menos. Y las críticas, que lo ponen por las nubes. Y es lógico, el sencillo Duquesne Whistle, que ya se podía escuchar en la web desde hace semanas era una auténtica bomba de relojería. De relojería, por el tiempo, que se echa encima de Robert Zimmerman (Dylan), pero no de su voz de lija, de su cabeza de lírico, de su ritmo inmortal. Aquí la bomba.
Acompañado por su equipo habitual, Tony Garnier (bajo), George G. Receli (batería), Donnie Herron (guitarra steel) y Charlie Sexton y Stu Kimball (guitarras), Dylan se muestra como un narrador incontenible de principio a fin. Las letras del álbum son textos descarnados que se desarrollan en relatos, en ocasiones, increíblemente largos. Pero a Dylan no le hace falta gustar, porque gusta. No le hace falta estar a la moda, porque la sirve en bandeja. De un modo u otro Dylan siempre atrapa al oyente.
Tempest, el tema que da nombre al disco, cuenta en (¡Atención!) catorce minutos la tragedia del hundimiento del Titanic. Son casi cincuenta estrofas, sin estribillos, y con referencias a la película de James Cameron y su protagonista, Leonardo Di Caprio: «Leo tomó su cuaderno de dibujo/ El era a menudo tan dispuesto/ Cerró los ojos y pintó/ El paisaje en su mente».
Dylan estira su sombra por poblados remotos, como Scarlet Town, donde canta: «En Ciudad Escarlata, donde nací/ Hay hojas de hiedra y espinas de plata», camina por el desierto en Narrow Way y le vence el desamor en la intimista Soon After Midnight.
Sus textos son la columna vertebral de un disco en el que la producción, que el propio Dylan firma bajo el seudónimo de Jack Frost, da protagonismo a la voz cada vez más cascada y vieja del Bardo de Duluth. Pero que viene como anillo al dedo a las historias que narra. Se olvida del reloj, y sólo canta, canta estrofas que salen a borbotones en narraciones infinitas envueltas en un sonido que se vuelve hipnótico.
Mucho folk, mucha raíz estadounidense. Maestros del blues como Muddy Waters y John Lee Hooker se asoman en los sonidos de Narrow Way y Early Roman Kings, dos de los temas más recios de esta colección. Y John Lennon, cierra el disco en Roll on John, «Ardiste con tanto brillo», canta en el estribillo de un tema que cita a los Beatles y recuerda el fulgurante camino de Lennon «desde los muelles de Liverpool».
Aitor Suárez Nevado