Cualquier aficionado al arte conoce bien que durante algún tiempo, ciertos sectores de la crítica y la historiografía han ignorado, cuando no ninguneado, a aquellos creadores cuya obra, en principio, no encajaba con lo que se entendía como sinónimo de «modernidad», esto es, la abstracción y la comunión del artista con un determinado ideario político.
Evidentemente este no era el caso de Joaquín García Donaire (Ciudad Real, 1926-Madrid, 2003), artista que en algún caso llegó a la abstracción a partir de su continuo e intenso diálogo con la materia,con el espacio y, sobre todo, con la belleza de la figura.
Sin más compromiso que su propio trabajo, su labor callada y su amor al bronce, la piedra, la madera o el cemento, García Donaire, tuvo además la capacidad de formar durante casi veinte años a algunos de los artistas más relevantes de nuestros días, debido a su labor desempeñada en la Cátedra de Escultura de la Universidad Complutense.
La exposición que actualmente se exhibe en el Centro Cultural Nicolás Salmerón de Madrid, comisariada por Manoli Ruiz Berrio, propone un recorrido por las piezas de pequeño formato del que fuera Académico de Número de la Real de Bellas Artes de San Fernando.
Esta selección da buena muestra de las principales inquietudes y experiencias estéticas de su autor, destacando el diálogo entre clasicismo y modernidad.
La tradición clásica fue en buena medida asimilada por Donaire desde la prolongada estancia en Italia a partir de su beca en la Academia de España en Roma.
Donaire, entiende la tradición clásica como una forma de estudio, de aprehenderla relación del artista con la belleza, con su contexto y con los materiales. De ahí la tendencia a la esencialización que presentan algunas de las obras aquí expuestas.
La armonía, serenidad y equilibrio de las maternidades y mujeres que protagonizan buena parte de la producción artística del escultor, encajan perfectamente con la selección de óleos que también se han incluido en la muestra.
Las pinturas reflejan en su mayoría algunos de los parajes que Donaire contemplaba y estudiaba durante sus viajes a los alrededores de Madrid.
Paisajes tan estudiados como espontáneos, donde el color busca un proceso de esencialización parejo al que los materiales dibujan en su escultura.
Javier García-Luengo