Si este verano tiene la intención de dejarse caer por la turística y concurrida Costa del Sol, además de disfrutar de las playas y la oferta gastronómica en la que destacan los espetos de sardinas o gambones, siempre puede aprovechar para dar un paseo en burro por las impolutas calles del agraciado pueblo de Mijas.
A medio camino entre la serranía malagueña y el Mediterráneo, esta localidad de apacibles rincones, espectaculares vistas al mar y fachadas encaladas de un blanco deslumbrante decoradas por multicolores macetas es conocida, sobre todo, por una modalidad de transporte difícil de encontrar en otro lugar. Me refiero al burro-taxi.
Los visitantes comenzaron a tomar confianza con los cuadrúpedos y terminaron por subirse a su grupa
Fue a mediados de los años sesenta, con la llegada a estos lares de turistas de media Europa y algún que otro norteamericano, cuando los agricultores mijeños tomaron nota de la fascinación de estos extranjeros por sus compañeros habituales de faena.
Los foráneos querían fotografiarse con los pollinos que, sin duda, estaban tan sorprendidos como los lugareños por este inusitado interés. Pronto, además de la consabida instantánea, los visitantes comenzaron a tomar confianza con los cuadrúpedos y terminaron por subirse a su grupa.
La propina que dejaban a los propietarios de los burros era tan sustanciosa que los afortunados mijeños vieron al instante en esta lucrativa actividad una fuente permanente de ingresos y un nuevo oficio, el de conductor de burro-taxi, mucho menos fatigoso que otros quehaceres. Así es cómo hace cincuenta años nació el burro-taxi de Mijas, atracción turística, medio de locomoción e institución cultural al mismo tiempo. Transformando para siempre este emblemático municipio de Andalucía.
Una visita a la Casa Museo del Pueblo de Mijas nos permite profundizar en cómo eran las cosas en esta villa antes de la irrupción del turismo. Entre las cuidadas estancias de este agradable museo, al que se entra por tan sólo un euro, descubriremos la importancia de la aceituna, los cereales, el vino, la madera, la cal y, por supuesto, del burro para una forma de vida basada en la subsistencia donde se imponía la austeridad y las condiciones más humildes que hoy imaginamos con dificultad. Una dura existencia en la que los hombres salían fuera a buscar el sustento y las mujeres, cómo se nos cuenta en esta Casa, trabajaban de sol a sol en el campo para recibir un jornal que les daba para vivir a duras penas y, como mucho, comprarse un vestido de labor y otro para los días de fiesta que eran escasos. En medio de todo ello, el burro, siempre el burro como camarada de penurias y desventuras convertido actualmente en reclamo turístico.
Los burros-taxi también se alquilan para bodas, fiestas, películas y otros eventos
Al lado de la Oficina de Turismo encontraremos un monumento al burro y una placa dedicada a Julián Núñez Andreu precursor del original burro-taxi. La estación de burros-taxi puede localizarse a pocos pasos de dicha Oficina. Bien atendidos y acicalados, engalanados con vistosos arreos y lucidas albardas es posible ver a los burros en el garaje donde descansan a escasos metros de la parada.
Ni que decir tiene que el burro taxi ha sido objeto de merchandising. Burritos de cerámica, en imanes para nevera, estampados en camisetas o sombreros, en figuritas de mimbre o como llavero se reparten por las tiendas de Mijas.
Por último, el Burro-Taxi ha llegado a internet. Varias empresas ofrecen a través de sus páginas web la posibilidad de reservar plaza para subir a los burros-taxi que también se alquilan para bodas, fiestas, películas y otros eventos.
70 licencias de burros-taxis y de pequeñas calesas tiradas por el ibérico animal le permitirán conocer Mijas de una forma distinta durante 20 minutos, por 10 euros en burro y en carrito para dos pasajeros a 15 euros. Varias ermitas, el curioso museo de miniaturas, las cuevas de la antigua fragua, magníficos miradores desde los que en días claros se divisa Gibraltar o Marruecos, un centro de arte contemporáneo, su plaza de toros y hasta un jardín japonés son asimismo alicientes para pasar por este interesante pueblo que bien merece una atenta visita.