«Tanto estudiosos del idioma como ciudadanos de a pie están convencidos de la imparable decadencia del idioma y del decisivo papel que en ella juegan los medios de comunicación», asegura Javier Lascarían, periodista y subdirector de la Fundación del Español Urgente (Fundéu).
De la influencia de los medios en la evolución del idioma no le cabe ninguna duda a la Fundéu. Su objetivo es precisamente aconsejar a los profesionales de la comunicación sobre el buen manejo del idioma partiendo del supuesto de que cuanto mejor se escriba y se hable en periódicos, radios, televisión, revistas y páginas web, mejor hablarán y escribirán los ciudadanos que, también en los lingüístico, se miran en el espejo de los medios.
Lo que ya ofrece más dudas es la conclusión de que los medios llevan tiempo reduciendo su riqueza lingüística, mediante el uso cada vez de un ramillete más reducido de palabras. «Sin embargo, el lenguaje de los diarios españoles no se ha empobrecido a lo largo del último siglo, sino que su riqueza de vocabulario se mantienen asombrosamente estable», afirma Elena Álvarez Mellado, responsable del proyecto.
La prensa española ha mantenido a lo largo de los últimos cien años un mismo nivel de riqueza léxica, por lo que no se puede hablar de empobrecimiento del vocabulario en el último siglo en España, en cuanto a periodismo escrito se refiere.
Esta es una de las principales conclusiones a las que llega el proyecto Aracne, un primer estudio llevado a cabo por la Fundeú junto con la empresa Molino de Ideas, que, con el apoyo de BBVA, han analizado el uso del lenguaje en una muestra de la prensa española desde 1914 hasta el 2014.
El trabajo ha permitido también observar la desaparición radical de determinados usos lingüísticos como el de los tratamientos («don», «doña», «señor», «señora»…); el declive progresivo del uso de superlativos; el auge, descenso y desaparición de términos sociales, económicos, ideológicos y políticos.
También muestra el estudio las diferentes asociaciones que puede tener una determinada palabra con otros términos en el transcurso del último siglo. Por ejemplo, «guerra» aparece asociada a «sida» y «terror» en el siglo XXI.
¿Qué es el proyecto Aracne?
El trabajo, explica el director general de Fundeú BBVA, Joaquín Muller, trata de comprobar con datos la idea generalizada de que el idioma vive un proceso de empobrecimiento del que son testigos, y hasta responsables, los medios de comunicación por el uso deficiente de la lengua. Una de las expresiones de ese deterioro sería una supuesta tendencia de los medios a usar un léxico cada vez menos variado.
«Nuestro objetivo es desarrollar un trabajo de investigación, en primer lugar, con el periodismo escrito en España durante los últimos cien años, que permita constatar cuánto de cierto hay en la idea de que cada vez el lenguaje de los medios es menos rico. Nosotros hemos hecho ahora un avance, modesto pero riguroso, que indicaría lo contrario», señala Muller, quien añade que, a partir de ahora, lo que se hará es buscar el apoyo financiero y del mundo universitario para ampliarlo y darle un mayor valor científico.
«Además, ya hemos sentado las bases de una nueva manera de estudiar la historia reciente a través del análisis de las palabras, que es realmente excepcional. Ver cómo el término «comunismo» tiene una presencia abrumadora en la década de los cincuenta y va desapareciendo en las siguientes dejando paso a la palabra «socialismo» es mucho más que un dato curioso», afirma el director de Fundeú.
Pero la principal conclusión del trabajo realizado es clara: el español que emplean hoy los medios analizados no es más pobre (ni más rico) desde el punto de vista léxico que el que empleaban hace cuarenta, sesenta o cien años.
Método propio para medir la riqueza
Para llevar a cabo el estudio se han analizado 5167 artículos de cuatro diarios centenarios: La Vanguardia, El Norte de Castilla, El Heraldo de Aragón y el Diario de Mallorca. Los primeros de ellos de 1914 y los últimos de 2014. Con el material estudiado se ha constituido un corpus de casi dos millones de palabras, reunidas en una base de datos en la que cada una está identificada por sus características gramaticales y morfológicas, el medio, día, página, artículo y frase en que aparece, su posición precisa, las voces cercanas que la determinan y acompañan, etcétera.
«No conozco a nadie a quien no le interese el lenguaje», dice el psicolingüista Steven Pinker. Y es que la lengua nos construye y es el medio a través del cual observamos el mundo y nos observamos a nosotros mismos.
Las palabras que entran o salen del diccionario, los neologismos que se cuelan en nuestros medios o él último anglicismo de moda dan pie a debates encendidos que vuelven una y otra vez en torno al uso que hacemos del idioma. A pesar de la pasión con la que defendemos nuestras creencias lingüísticas, apenas tenemos información real que nos muestre de manera objetiva cómo usamos la lengua. En estos tiempos en que la disponibilidad del información llega hasta el empacho y la tecnología lingüística nos brinda las mejores herramientas posibles de análisis textual, las posiciones en torno a la lengua siguen siendo más propias de la alquimia que de la ciencia.