martes, septiembre 24, 2024
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Reírse con Cervantes no es broma

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El buen teatro te cambia la vida y eso es lo que hace la compañía teatral Ron Lalá. Ofrecen y consiguen unos minutos de buen teatro. No buscan más originalidad que la del origen, la que siempre ha tenido el arte escénico. Trabajan duro para transmitir cultura, contagiar ilusión crítica y plantear preguntas colectivas. Tienen un lenguaje propio nacido entre artistas de distintas disciplinas a lo largo de años de trabajo en común. Verso, música en directo, teatro, un estilo peculiar de humor…y la vocación de crear obras que puedan ser disfrutadas por todo tipo de público respetando la inteligencia y la imaginación de cada espectador.

En la palabra de los clásicos está todo ya sembrado y los Ron Lalá sacan toda su esencia mirándolos a los ojos, con respeto, pero sin reverencia. Jugando con ellos como juegan los niños: de forma seria y profunda, pero a la vez liviana; la ligereza que prefería Calvino. «Sé ligero como el ave, no como la pluma», es decir, con control. «Sin olvidar el tiempo en que vivimos, para que el agua clara de nuestra versión permita ver el fondo del río clásico. Los clásicos enamoran, seducen, llegan, porque hablan de lo que importa siempre; basta con escucharlos y provocar un diálogo», dice Álvaro Tato, Director literario de Ron Lalá.

Yayo Cáceres, Director de la compañía, explica que los clásicos son una novedad permanente que diría Borges. «Siempre están ahí dormidos para que cuando los abramos nos aporten nuevas sensaciones. La supervivencia en el tiempo, sin envejecer o envejeciendo bien, creo que es lo que hace clásico a un clásico. Cualquiera de ellos, sea Shakespeare o Cervantes, es imposible releerlos sin sacar algo nuevo y una conexión con la actualidad apabullante. En definitiva, nos hablan de las tres o cuatro cosas que nos ocupan la vida a los seres humanos, el amor, la muerte, la identidad, el poder…En fin, que los seres humanos nos parecemos aún en la diferencia».

Y escuchar declamar a los Ron Lalá es un lujo. El verso es la música del idioma. Al contrario del prejuicio que pesa sobre el verso, el lenguaje condicionado por un ritmo estable provoca cercanía, emoción, actualidad entendida como inmediatez, y convierte los parlamentos en «palabras de oro», memorables en sí mismas, rimadas, pensadas y medidas con cuentagotas. «Para nosotros el verso, tanto en la dramaturgia como en la dicción, es una herramienta de unión, articulada y flexible; nada que ver con el verso estatuario o solemne de la declamación antigua. El verso no es viejo, ni casposo, ni sagrado, no obligatoriamente culto; como demuestran los grandes autores del Siglo de Oro, el verso es puro lenguaje activo, y cuando consigues encadenar acciones y personajes a esa rueda de ritmo que hila palabra y música, el efecto va más allá de la literatura: la escena cobra vida», explica Tato.

Los clásicos no son serios, ni aburridos, pero los Ron Lalá prefieren no transmitir mensajes, sino preguntas y entienden el escenario no como púlpito sino como plaza pública, lugar de reencuentro colectivo con el «nosotros» asediado por los «yoes» individuales de esta época mediatizada por las relaciones digitales y el consumismo tecnológico. ¿Son los clásicos aburridos o nos han hecho pensar que lo son para que los alejemos de nuestra vida y nos dediquemos a mirar pantallas con mensajes preconcebidos? ¿Son los clásicos para una élite culta o poderosa o expresan una vida, pensamiento y espíritu común? ¿Qué trasmiten palabras de hace siglos para que sigan haciéndonos llorar o reír? ¿Por qué Cervantes se celebran tanto y se lee tan poco? ¿De dónde viene el prejuicio contra la cultura? ¿Por qué dos tercios del telediario son para el fútbol y dos minutos para la cultura? ¿Cómo hacer frente de manera activa a las salvajes injusticias de nuestra civilización? ¿Podemos reírnos de todo, incluso de nosotros mismos?

En todo eso te hace pensar esta 'Cervantina', fiesta de piezas breves que reúne sobre el escenario adaptaciones de algunas novelas ejemplares y entremeses. Un homenaje en este IV Centenario de la muerte del un escritor con mayúsculas y un encuentro con el arte lúcido, lúdico, hilarante y profundamente humano del autor de «El Quijote», entre otras obras maestras que urge descubrir. Una celebración del mejor Cervantes, eterno y cercano, con sabor al inconfundible sello de Ron Lalá.

La dinámica colectiva, la música en directo, el verso, la poética dirección de Yayo Cáceres, la luz, el vestuario, el sonido…contribuyen a la magia. Los individuos que forman parte del público disfrutan volviéndose a sentir juntos en la ceremonia viva del teatro, desenchufados durante un rato de la tiranía cotidiana, en la penumbra, riendo y emocionándose, todos volvemos a ser un «nosotros». Después se encienden las luces, los móviles silban y vuelta a la realidad, como si todo hubiera sido fruto de un sueño. Pero quizá algo haya cambiado: una nueva idea, una forma distinta de ver las cosas.

 

 

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