Kirk Douglas ya es centenario. El mítico actor, una de las escasas leyendas vivas de la época dorada de Hollywood junto a Olivia De Havilland o Doris Day, cumple este viernes 9 de diciembre un siglo de vida. El dueño del hoyuelo en la barbilla más célebre de la historia del cine soplará cien velas rodeado de familiares, amigos y actores en una fiesta organizada por su hijo Michael en Beverly Hills, en la que incluso brindará con un vaso de vodka que le ha permitido su cardiólogo. Su extensa filmografía es una bendición para los cinéfilos de todos los tiempos, quienes también se suman a la celebración del sempiterno intérprete. El día que el corazón de Issur Danielovitch Demsky -su verdadero nombre- deje de latir habremos perdido al último superviviente de aquel cine clásico de poderoso magnetismo. Mientras tanto, el 'hijo del trapero' ruso está dispuesto a seguir dando guerra con una longevidad envidiable.
«Si me ofrecieran rodar mi vida en una película, lo habría rechazado», asegura el mito. Aunque lo cierto es que la centenaria existencia de Kirk Douglas tiene todos los componentes para convertirse en una película tan grande como el talento que desprendió en la pantalla. Su enorme versatilidad le ha llevado a encarnar a héroes y a villanos, a meterse en la piel de boxeador (El ídolo de barro'), director de cine ('Cautivos del mal'), detective ('Brigada 21'), coronel del ejército francés durante la Primera Guerra Mundial ('Senderos de gloria'), guerrero vikingo ('Los vikingos') o periodista amarillista ('El Gran Carnaval'); también ha dado vida a un atormentado Van Gogh en una actuación antológica en 'El loco del pelo rojo' y, por supuesto, ha interpretado al gladiador más célebre de la historia del séptimo arte: Espartaco. Su dilatada filmografía -casi un centenar de películas- tan sólo es comparable a una intensa vida plagada de logros, éxitos y mucho tesón. No lo tuvo fácil. Pasó de crecer en la pobreza abyecta de un gueto judío de Nueva York a encarnar el sueño americano. Logró hacerse a sí mismo gracias a su enorme fuerza vital y su perseverancia, que le llevaron a trabajar en todo tipo de empleos para pagarse las clases de arte dramático. Hollywood lo descubrió gracias a la recomendación de Lauren Bacall, con la que coincidió en la American Academy of Dramatic Arts. Así, en 1946, logró debutar en el cine junto a Barbara Stanwyck en 'El extraño amor de Martha Ivers' (1946).
Kirk Douglas brilló con luz propia y trabajó con los mejores directores de Hollywood, entre ellos Billy Wilder, Elia Kazan, Jacques Tourneaur, John Huston, Howard Hawks o Stanley Kubrick. Con el último trabajó en dos obras maestras, la antibelicista 'Senderos de gloria' y la épica 'Espartaco', ambas producidas por el propio actor. Pese a las fuertes discrepancias entre Kubrick y Douglas y un rodaje tumultuoso, 'Espartaco' se convirtió en un éxito arrollador y en el punto de inflexión que necesitaba la carrera del actor. Su memorable actuación como esclavo que lidera la revuelta contra Roma es probablemente de toda su filmografía y el papel por el que será etermamente recordado. La película también supuso el final de la famosa lista negra en plena 'caza de brujas' y de una de las épocas más oscuras y tristes de Hollywood. Douglas derribó los pesados muros del 'Macarthismo' y dinamitó la industria al contratar al guionista Dalton Trumbo, que se econtraba en el ostracismo -incluso llegó a estar encarcelado- por sus ideales comunistas. El legendario actor no cejó en su empeño para que el nombre del guionista apareciera en los títulos de crédito, poniendo fin a las listas negras y las “las listas de la hipocresía”, como él mismo relataba en su libro autobiográfico 'Yo soy Espartaco'. Gracias a su arrojo, los productores comenzaron a contratar a guionistas, actores o directores que hasta entonces estaban vetados.
Su ambición y su lucha por la justicia emanaban de un carácter rebelde y temperamental que incomodó e irritó al entonces conservador Hollywood. No es de extrañar, por tanto, que fuera constantemente ninguneado en los Oscar, a pesar de tener un buen puñado de papeles dignos del preciado galardón. Candidato por 'El ídolo de barro' (1949), 'Cautivos del mal' (1952) y 'El loco del pelo rojo' (1956), Douglas se fue de vacío en las tres ocasiones y se tuvo que conformar con el Oscar honorífico en 1996, en un intento de la Academia por enmendar su imperdonable error.
Su vida a lo largo de una centuria ha sido un ejemplo de superación. Ha sorteado la muerte en varias ocasiones, sobreviviendo a un accidente aéreo y a un infarto cerebral que le dejó prácticamente sin capacidad para hablar. Parecía el final de su carrera, pero con la misma energía vital de toda su existencia, Douglas encaró su enfermedad y logró solventarla con terapia. «Tras el accidente de helicóptero y la apoplejía que sufrí, decidí hacer más bien en el mundo antes de abandonarlo”, se prometió a sí mismo. Ahora, con un siglo de vida cumplido, sigue mirando hacia adelante con la misma fuerza con la que se situó en el Olimpo de los Dioses del celuloide y logró superar los avatares de la vida, el trance más duro tuvo lugar hace unos años cuando murió uno de sus hijos de una sobredosis. Todo un ejemplo de lucha dentro y fuera de la gran pantalla.
Samuel Jiménez