«Haciendo el libro me he dado cuenta de que en el caso de muchas mujeres hay una interrupción de 10 o 15 años para tener hijos y, cuando vuelven, hacen algo enorme. Es el caso de Patty Smith o Louise Bourgeois. Por eso muchas llegamos a la plenitud artística a los 50, que es cuando los niños han crecido», reflexiona en una charla con Efe sobre su gran momento actual.
El motivo esta vez no es un disco de estudio nuevo, tras las buenas críticas del previo «Un hombre rubio» (2018). Ni siquiera el recopilatorio con el que desde hace años la tentaban, «una idea decadente y con poca creatividad que aportar».
Sobre la mesa de la entrevista descansa «Debut. Cuadernos y canciones» (Random House), su primer libro, en el que ha reunido todas las letras de sus temas musicales desde la publicación en 1992 de su primer álbum en solitario, «Que te parta un rayo».
«Fue un disco muy importante. En Alex & Christina componía letras y melodías, pero el genio musical era él y yo no participaba mucho en la producción; hasta que no empecé a escribir sola, no descubrí que también podía hacer esa parte y, entonces, me quité complejos», rememora.
Gran coleccionista de cancioneros desde la adolescencia, su editor la convenció para ir más allá de la pura antología y contextualizar cada uno de sus discos, lo que depara una colección de reflexiones, anécdotas y vicisitudes «más allá del glamour» que se presupone a este mundo.
Así narra por ejemplo el germen de temas como «Tú por mí», el primero que terminó a solas, tras el que se esconde una historia de gran carga dramática, pero atenuada por el tiempo y narrada con el «humor mediterráneo que permite sobrellevar las desgracias».
«Culturalmente me considero cien por cien española», suscribe Rosenvinge, hija de padres daneses emigrados a este país en los años 50, y que se inició en los primeros años 80 el mundo de la música con Ella y los neumáticos y Magia blanca después, antes de fundar Álex & Christina.
Ya en solitario, al éxito de «Que me parta un rayo» le siguieron dos discos, «Mi pequeño animal» (1994) y «Cerrado» (1997), fruto de su relación artística con Lee Ranaldo, miembro de Sonic Youth, pero ni la crítica ni el público parecieron entenderlos.
«Estaba en un callejón sin salida. Me di cuenta de que lo que estaba haciendo no encajaba aquí. Entonces me ofrecieron participar en un ciclo de cantautores en un club mítico de Nueva York. Iba para 6 meses y me quedé 4 años y medio», recuerda.
De aquella época de aprendizaje salió otro disco, «Frozen pool» (2002), que tuvo mucha repercusión en el ámbito independiente. «Eso me sirvió para apuntalarme y darme cuenta de que no estaba equivocada en lo que hacía», subraya.
De regreso a España, surgieron una serie de discos cada vez más osados y personales como «Verano fatal» (2007) con Nacho Vegas, «Tu labio superior» (2008) o «La joven Dolores» (2011), que cimentaron su imagen de artista «en los márgenes».
«No me gusta el malditismo, lo que sucede es que no persigo el éxito masivo, porque para la industria eso supone hacer cosas muy masticadas y sencillas. Hay canciones que son grandes éxitos y que son maravillosas, pero a mí me interesa más ser singular. Me gustaría hacer canciones como ‘Tok tok’ y tener el éxito de Vestusta Morla, pero no ocurre», resuelve con humor.
Rosenvinge, que también se convirtió en una de las grandes voces feministas de la música, desvelaba en cada trabajo una nueva faceta, aparentemente siempre a la búsqueda de sí misma.
«Yo no veo tantas Christinas ni mutaciones. Por eso escribí el libro. Veo una línea constante y una adaptación al tiempo y a las circunstancias. Yo no he cambiado tanto, sino que me he adaptado a las herramientas que tenía», defiende.
Una de las principales aportaciones de «Debut» es el ensayo titulado «La palabra exacta», con el que Rosenvinge reivindica que «las letras son un género literario tan importante como lo es la poesía o el teatro, aunque no tienen la misma valoración, quizás porque la música pop es una disciplina relativamente joven y está muy entremezclada con la industria del entretenimiento».
«Personalmente, hay canciones que te ponen la cota muy alta. Me pasó con ‘Canción del eco’, por ejemplo. Y en el último disco, con ‘Afónico’, que reescribí 30 veces hasta que salió», señala Rosenvinge sobre su propia producción, sobre la que afirma: «Aún no he escrito la canción redonda, pero aquí seguiré hasta que lo consiga».
AM