Con un año de diferencia respecto a Ruta 66, que de momento aguanta el tirón, fue en 1984 cuando esta revista señera nació en Barcelona tras recoger el testigo de las previas Rock Espezial y, sobre todo, Vibraciones, que se había constituido en una referencia en la década de los 70.
«Una publicación mensual capaz de abarcar todos los campos» y que recogía aquel espíritu de «escrutar la actualidad sin la presión de recurrir a los clásicos de siempre», combinando «la etapa dorada de Vibraciones con las publicaciones ‘teen'», así era Rockdelux en sus orígenes.
Dinarama, Boy George o AC/DC se entremezclaban abigarrados como contenidos de aquel número 1 editado un mes de noviembre en el que además se glosaban los conciertos de Elton John, Bob Dylan y Stevie Wonder en una época en la que en España «no se prodigaban aún las visitas de artistas internacionales, por lo que llevaban el sello de acontecimiento».
Así lo recordaba el equipo de esta revista dirigida por Santi Carrillo, Juan Cervera y Francesc Vaz en el especial editado en 2014 por su 30 aniversario, toda una proeza en un momento en el que este tipo de prensa ya padecía los rigores de la llegada de internet y de la última gran crisis económica (que se llevó por delante otras cabeceras como la edición española de Rolling Stone).
En esas tres décadas de trabajo, Rockdelux experimentó múltiples transformaciones, abriéndose a todo tipo de músicas más allá del pop británico o el rock norteamericano (hip hop, música negra, nuevo country, world music, electrónica…) y sofisticando su imagen más allá del «horterismo de la Movida».
Consolidada, en los 90 vivió el origen del «indie» y el relevo generacional, «de Michael Jackson a Nirvana». También en España atendieron a bandas incipientes como La Buena Vida o Los Planetas, los primeros de aquella «corrala» en conquistar su portada.
Fue en 1998 cuando el actual logotipo de la misma vio la luz, justo a tiempo para narrar el advenimiento del mp3 y la crisis de la industria discográfica en el nuevo siglo, pero también «la edad de oro» de la escena independiente nacional hasta su consolidación reciente como un nuevo «mainstream».
Alabada por unos, denostada por otros, mientras para Loquillo pecó «de tener en nómina a cazadores de notoriedad hambrientos de sangre de rockero», para Andrés Calamaro «forjó su propio carácter» y fue «refugio» de músicos y artistas que encontraron en ella «su trinchera».
Rockdelux se despide después de 394 entregas con un número final convertido en una guía cultural elaborada por 55 colaboradores, con recomendaciones para aliviar el confinamiento por coronavirus, que ha acelerado este final con sus inesperadas consecuencias, como la caída de los ingresos por publicidad.
Así lo explica el equipo directivo en el último editorial de esta revista, que dependía del equilibrio entre las ventas en los quioscos, «cada vez más escasos», y las inserciones de anuncios en sus páginas.
«Este equilibrio -apuntan- lleva años resquebrajándose, y el golpe inesperado de la pandemia del coronavirus ha sido (es) una bofetada brutal que hace aún más inviable el proyecto, sobre todo teniendo en cuenta que en Rockdelux siempre hemos procurado mantener unos estándares de calidad y unas remuneraciones dignas, dentro de nuestras posibilidades, para todos sus trabajadores».
Es esa exigencia la que, según añaden, les ha llevado a descartar el mantenerse con una edición digital que les habría llevado a «una vuelta a ese amateurismo no remunerado contra el que siempre hemos luchado».
«Este adiós de Rockdelux es, también, algo así como un resumen de la filosofía que siempre ha recorrido las páginas de la revista, libre y abierta de miras, con el eclecticismo y la excelencia como únicos horizontes», señalan con unas palabras de despedida que valen para avistar el fin de la pandemia y resumir su lucha en estos cerca de 36 años: «Venceremos. Siempre».
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