Porque la visión revolucionaria de Montessori iba más allá del ámbito educativo, ya que, como cuenta la periodista italiana y autora del libro, Cristina De Stefano, de joven fue militante, feminista y luchó por el sufragio universal en primera fila.
Mostrar esa faceta más desconocida ha sido el objetivo de De Stefano, que también es autora de las semblanzas «Vida secreta de Cristina Campo» y «La corresponsal», su aclamada biografía de Oriana Fallaci.
De la educadora se sabía mucho, pero pese a la popularidad que rodea su figura, «de la mujer no se sabía nada», señala la periodista, que define a Montessori como «visionaria» y «radical».
«Puso el compromiso social por delante de su vida privada», afirma De Stefano. Y por eso en las páginas de su libro recorre con precisión todas las dificultades y compromisos que entrañan el ser una pionera.
Como, por ejemplo, la decisión de renunciar a su hijo, que María Montessori tuvo que tomar en 1898 -el niño fue criado por otra familia- para poder ser «fiel a si misma», a su pasión y a su profesión.
Una determinación que De Stefano considera valiente «en un momento en el que las mujeres eran madres y nada más».
«Ella tuvo que enfrentarse al problema al que todas las mujeres que tienen una carrera tienen que enfrentarse», reivindica la periodista, que tiene claro que, si esa decisión la hubiera tomado un hombre, «nadie hablaría de ello».
Al contrario que Montessori, muchas otras mujeres no pudieron seguir su vocación. La Historia ha perdido mucho «porque las mujeres tuvieron que poner su inteligencia y su energía a cuidar de los demás», reflexiona De Stefano.
Pero en el caso de Maria Montessori, «pone en entredicho la institución de la familia, la institución de la escuela y la política misma».
Eso es lo que cuenta en «El niño es el maestro», que se publica en el año en el que se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Montessori (1870-1952), médica y maestra convencida de que su método educativo, conocido como método Montessori, «podía llegar a cambiar el mundo».
Su revolucionaria propuesta pedagógica, que comenzó con los niños del manicomio de Roma y continuó en un parvulario de uno de los barrios más pobres de la ciudad, coloca al niño en el centro del proceso educativo y respeta su autonomía y libertad.
«Es una gran invitación, casi utópica, para que el adulto observe al niño y respete su cerebro, que funciona distinto», resalta De Stefano.
Pero más allá de su reconocido método educativo, el valor de Maria Montessori está también en su revolucionaria actitud feminista.
«Yo admiro muchísimo a María Montessori y creo que la relación con el hijo no es una sombra en su vida. Al revés, creo que realmente es un punto de gran fuerza. Ella intuyó algo grande y sentía que podía cambiar las cosas, podía salvar a los niños que vivían en los manicomios», resalta De Stefano.
Montessori tuvo además un papel destacado en la lucha por el sufragio universal. «Fue militante durante muchos años y de manera muy intensa, fue simpatizante también del Partido Socialista, participó en la huelga del 1 de mayo cuando era estudiante».
«Era una persona que tenía un compromiso social muy fuerte: trabajaba en las consultas médicas con los pobres, con las mujeres y desde luego era feminista y luchaba por el sufragio universal». Y volcó todas esas ideas en un sistema educativo tan vigente y moderno hoy como cuando María Montessori lo desarrolló.
Laura de Grado Alonso