«Necesitamos reírnos, es necesario reírse», asegura Corbacho, (Hospitalet de Llobregat, 1965), que tras el parón por la pandemia y su trasplante de riñón, donado por su hermana, vuelve al trabajo con lo que más le gusta, «el humor» en «Ante todo mucha calma» que se estrena mañana en el Teatro Cofidis Alcázar de Madrid.
Espectáculo que lleva por título una frase de un disco de Siniestro Total, «grupo con humor gamberro y canalla que tanto me gusta», explica el cómico quien dice que su objetivo es que el público se ría del desasosiego que padece la sociedad, «esa necesidad de querer tener todo y consumir todo».
Vivimos acelerados, vamos a 200 por hora sin cinturón de seguridad, como locos hasta que el apagón nos frene», dice con fina ironía Corbacho quien recuerda que la vida es cíclica, las crisis y epidemias se repiten, «no hay que olvidar que los felices años veinte acabaron con las crac del 29, que igual es el apagón del que tanto se habla».
«Si vamos a morir, que sea riéndonos, intentemos que el apagón o el metéorito nos pille riendo», añade este cómico y actor español a quien se le ha visto en programas como «Homo Zapping», «Master Chef Celebrity» o «Tu cara me suena».
Durante ochenta minutos, Corbacho habla de su cotidianidad, de su trasplante de riñón, «desde que uso el riñón de mi hermana, que es profe de mates, tengo poder para hacer ecuaciones de segundo grado» bromea.
Cuenta cosas de su gente, de sus amigos, de su mujer o de su hijo de 17 años, «intento reírme de cosas por las que he pasado y lo hago extensivo a la sociedad, el público conecta rápidamente conmigo porque no soy normal».
Sobre el escenario plantea el tema de las nuevas tecnologías, «herramientas que nos hacen vivir en una locura permanente», y también aborda las conversaciones de series de televisión, «como no hay manera de ver tantas, me invento títulos para no quedar como un idiota, me funciona de puta madre», dice Corbacho.
Reconoce que todo es un estrés, «ante el estrés vivo mintiendo», añade este cómico que no deja pasar por alto las redes sociales, «hemos entrado en mundo de comparación constante, que pone nervioso lo que hacen los demás».
Instagram es una gran ventana desde donde se pueden ver la vidas de los demás, cuando se asoma ve vidas maravillosas, «pero como también conozco a alguno personalmente, me quedo más tranquilo, tiene la misma vida de mierda que yo, a pesar de los muchos filtros que pone».
Odia la autocensura, «castigar al humorista es lo más fácil», dice este actor que señala que se olvida que los cómicos trabajan para hacer reír, «puede que alguna vez haya un daño colateral, puede que sea un chiste bestia, pero no pasa nada, un humorista también se equivoca, pero es más peligroso que lo haga un cirujano».
Defensor del lenguaje oral en el que se aprecian los matices, Corbacho asegura que cada día se siente más a gusto en el teatro, «es un reducto de libertad» y recuerda «el humor es más serio de lo que parece y la sociedad tiende a retirar lo que no gusta».
Cree que se vive una época de autoafirmación, la gente quiere autoafirmarse en sus propias creencias y, a partir de ahí, leen los periódicos y ven la cadena de televisión que dicen lo que piensan, se montan una trincheras que «los humoristas tenemos que ir saltando para hacer reír».
«¿Quién no se ha reído en un tanatorio?, una situación desgraciada en la que alguien hace un chiste y la risa surge como terapia, como válvula de escape», dice Corbacho quien reconoce que el humor es «subjetivo».
«Ante todo mucha calma» es un espectáculo vivo, se modifica prácticamente a diario «en función de la cosas que van ocurriendo», aclara el también director de cine que en 2005 obtuvo el Goya a la mejor dirección novel por la película «Tapas».
En paralelo, Corbacho está trabajando junto a Ramón Gener en «Love, love, love», un musical que «habla de amor y música» con una banda de rock y una orquesta sinfónica en escena. EFE
Carmen Martín