Fue en 2017 cuando lanzaron «La polla», su anterior trabajo, que los tuvo dos años y medio de gira y los llevó a plazas remotas como México o Estados Unidos. «Acabamos colapsados casi con nosotros mismos», reconoce a Efe su cantante y bajista, Gabriel Montes, que ya entonces en otra charla se quejaba de lo difícil que era conciliar vida personal con esta profesión.
Fue la razón por la que Samuel Torio, su anterior batería, dejo el grupo y lo que llevó al vocalista y al otro superviviente, el guitarrista José Luna a repasar «los valores de la banda: ¿Qué sentido tiene la música? ¿Seguimos siendo amigos?».
Unidos desde niños por el madrileño barrio de Hortaleza donde jugaban, convinieron en que sí, aún quedaban «canciones por hacer y por compartir con la gente» y, con la incorporación a los platillos de Jesús Luna, hermano de José, empezaron a trabajar en su cuarto disco, titulado «Calle Liberación», como la vía en la que solían reunirse.
«Cuando nos juntamos a compartir ideas solo a guitarra y voz, vimos que estábamos como hace 15 años, cuando no teníamos guitarra eléctrica y simplemente intentábamos hacer una progresión de acordes guay en casa de nuestros padres. Era volver a lo que nos hizo empezar y las cosas recuperaron el sentido», explica Montes.
El 80 por ciento de los temas estaban listos antes de la pandemia, pero se reservaron. «No puedes salir con una canción llamada ‘Jaleo’, que es con la que se abre el álbum, con la gente sentada, mascarillas y un guardia de seguridad diciéndote que no te muevas», alegan ante el largo lapso transcurrido.
«La pandemia ha venido bien para mejorar el disco. Hay canciones con 10 mezclas», señalan ante un arduo trabajo en los estudios La Mina de Sevilla junto a su propietario, Raúl Pérez, más que el productor, «el director ejecutivo del disco». «Hemos hecho tantos cambios que era peligroso, porque ya no sabes dónde están las cosas bien y mal; él fue el tótem al que nos agarramos», destacan.
A la vez que el álbum es una mirada atrás, también lo es hacia delante, al cambio «a través de la experimentación, sin perder foco en lo importante».
«En ‘La polla’ u ‘Hola, somos los putos Sexy Zebras’ (2015), teníamos claro un estilo que estaba por encima de las canciones. Todo empezaba por un riff a toda hostia y la distorsión. Ahora las canciones empezaban desnudas y estábamos más preocupados por el arreglo o por una frase que no salía», señala Montes.
Así, «si salía una guitarra con un riff feliz como ‘Nena’, se le dejaba espacio para que lo fuera», dando como resultado una gama de colores mucho más amplia. «Si antes éramos en blanco y negro, ahora somos más psicotrópicos», consideran ante un disco más melódico y variado en lo rítmico que los lleva a recrearse sin pudor hasta en la balada.
Sorprende además que, pese a ser el cuarto disco de su carrera, «Calle Liberación» contiene muchos temas llamados a convertirse en piezas muy emblemáticas de su repertorio, como «Bailamos» o el «surf rock» a lo Tarantino de «Amanecer galáctico».
«Es mucho más fuerte amarte que odiarte» cantan como un mantra en otra de las importantes, «Tonterías», el primer tema que surgió y el primero que presentaron al público, demostrando a la vez que no temen mostrarse más aliados del estribillo en pos del mensaje: «Comprendimos que si queríamos decir algo, había que decirlo bien para que se entendiera y para nos hicieran bien a nosotros mismos».
Tras el largo parón de conciertos, se encuentran ya sumidos en la presentación del álbum en directo, con conciertos como el que este viernes ofrecerán en La Fábrica de Chocolate de Vigo o el que el 22 de abril les llevará al Ochoymedio de su ciudad, Madrid. EFE
Javier Herrero