«Partes de guerra» fue publicado en 2009 por RBA con la aspiración de ser la «gran novela» sobre la contienda, pero, a pesar de que tuvo varias ediciones, con el tiempo se convirtió en «inencontrable» ni siquiera en segunda mano, «porque nadie ha querido deshacerse de él», y en el volumen hay «cuentos que no se pueden leer en ninguna otra fuente como los de Ramón J. Sénder o Pere Calders», asegura en una entrevista con EFE.
En la recuperación, publicada por Catedral, figuran cuatro nuevos relatos que entonces no se incluyeron por cuestiones de derechos, desconocimiento o porque no se habían publicado todavía, como es el caso de un encargo que el propio Pisón (Zaragoza, 1960) recibió posteriormente y que se convirtió en «Hombres de paz», que aborda el bombardeo de Guernika.
En esta versión «definitiva», Pisón ha añadido además «Una historia de Ibiza», de Rafael Alberti, sobre el comienzo de la guerra en la isla balear; «El idioma de los muertos», de Alberto Méndez, y «En el balcón vacío», de María Luis Elío, una autora navarromexicana que está siendo ahora recuperada y a la que Gabriel García Márquez dedicó «Cien años de soledad».
«El idioma de los muertos», de Alberto Méndez, cierra el libro, un cuento, dice Pisón, que «prefigura lo que iba a ser la posguerra, tiene algo de metafórico, del mismo modo que el que lo abre, ‘La lengua de las mariposas’ de Manuel Rivas, que habla de cómo se interrumpe la transmisión del conocimiento y los niños acaban apedreando a los maestros».
Considera Pisón que aunque hayan transcurrido trece años, «el libro se mantiene fresco» y cuentos como los de Chaves Nogales, Juan Eduardo Zúñiga, Ignacio Aldecoa o Ana María Matute «no solo no pierden calidad, sino que han ganado».
El origen de este volumen, recuerda el antólogo, era hacer «una especie de novela colectiva, puesto que en España no había la gran novela sobre la Guerra Civil».
Y añade: «La guerra es tan vasta, tiene tantas facetas, que ninguna novela que cuente varias historias sería suficiente, por eso solo se podía reflejar a través de la visión de muchos autores».
Desconoce el autor de «Carreteras secundarias» cuántos años tienen que pasar para que «cicatricen las heridas»: «No sé si estamos a punto de superar aquella fractura, o si tendrá que aparecer una nueva generación que no tenga ya ningún vínculo».
Ayudan poco las recientes declaraciones de Vox en Castilla y León de derogar el decreto de la memoria histórica de esa comunidad, que «lo hizo el PP, no Izquierda Unida, pero ese es el problema, que la guerras invaden el espacio político».
En cambio, valora la tendencia actual de historiadores como Julián Casanova, que «son muy minuciosos con los datos y eso puede facilitar llegar a una versión común y compartida sobre lo que pasó».
En la selección de relatos, Pisón buscó que fueran representativos de varias generaciones de escritores, de diversas miradas, que fueran escritores de izquierdas y de derechas, que hablaran del campo y de la ciudad, de los dos bandos y que escribieran en las diferentes lenguas oficiales del Estado.
En definitiva, concluye, el libro aporta «una versión común sobre la contienda, para que no nos sigamos echando la Guerra Civil española a la cabeza».
Dos novelas de autores extranjeros que estuvieron muy cercanos a la guerra española, André Malraux con «La esperanza» (1937) y Ernest Hemingway con «Por quién doblan las campanas» (1940) testimonian, según Pisón, «la universalidad de la guerra de 1936 pero también su enorme potencial literario», sin que hubiera pasado mucho tiempo.
«Mucho menos tiempo que el transcurrido entre la batalla de Waterloo (1815) y la publicación de «La Cartuja de Parma», de Stendhal (1839), o la batalla de Borodinó (1812) y la aparición de «Guerra y paz», de Tolstoi (1864)», advierte, «sin saber si la historia está mejor contada desde la distancia».
Todos los cuentos del volumen hablan de lo mismo: «Personajes corrientes en circunstancias excepcionales».
Con la mirada atrás, Pisón se da cuenta de que desde la primera publicación de «Partes de guerra» se han muerto muchos de los autores. Es el caso de Zúñiga, Antonio Pereira, Miguel Delibes, Francisco Ayala, Ana María Matute o Manuel Talens, «como si se hubiera cerrado el capítulo de los que vivieron más directamente la guerra».
Aunque los cuentos cubren los principales acontecimientos de la guerra, dos de los «huecos» de la primera versión han sido subsanados con el de Alberti, sobre las Baleares, y con el del propio Pisón, sobre Guernika, sin embargo, no ha conseguido encontrar ninguno que refleje la contienda en las islas Canarias.
Interesado en el «valor documental» de estos cuentos, muy evidente en Manuel Chaves Nogales o en Juan Eduardo Zúñiga, Pisón se detiene en «Campos de los almendros», de Jorge Campos, que habla de un campo de prisionero, en el que algunos republicanos intentan huir aunque finalmente acaban volviendo «porque se han dado cuenta de que España entera se ha convertido en un campo de concentración».
Publicado este libro, Martínez de Pisón prepara «un novelón» que narrará «una historia ambientada en el Madrid de la posguerra sobre unos momentos terribles, con secuelas de la guerra». EFE
A.M.