El Teatro Real presentará, entre el 13 y el 22 de febrero, 6 funciones de una nueva producción que une dos óperas cortas españolas: La vida breve, de Manuel de Falla (1876-1946), en la primera parte, y el estreno mundial de Tejas verdes, de Jesús Torres (1965), en la segunda.
La vida breve, que Manuel de Falla no pudo estrenar en el Teatro Real como era su deseo, fue la obra elegida para su reinauguración, en 1997, junto con el ballet El sombrero de tres picos.
La obra vuelve ahora al Real, 28 años después, con la puesta en escena profunda, poética y descarnada de Rafael R. Villalobos, que rehúye el costumbrismo y se acerca al complejo universo de las mujeres lorquianas que el drama de Carlos Fernández Shaw -autor del libreto- anticipó, ya que la ópera se estrenó en 1913, mucho antes de que nacieran Bernarda Alba, Yerma o Mariana Pineda.
La lucha de clases que late, como en la fragua, a lo largo de toda la ópera -Malhaya quien nace yunque en vez de nacer martillo- impide a la protagonista, Salud, vivir su gran amor, cautiva de un estrato social del que jamás se podrá liberar, como el pajarito moribundo en su jaula o las rejas desde las que ve, con la mirada y el alma entrecortadas, la boda de su amor, Paco, con una mujer del mismo rango.
Del cautiverio de la primera parte, con muros que evocan las calles de Granada -escenografía de Emanuele Sinisi a partir las obras Insomnios y Leche y Sangre, de Soledad Sevilla- se pasa a la cárcel de la segunda ópera, Tejas verdes, cuyo nombre designa un campo de prisioneros creado en 1973 en Chile, tras el golpe de estado del general Pinochet, destinado a la detención, tortura y desaparición de presos políticos.
Partiendo del libro de Fermín Cabal (1948-2023) -un collage de relatos de mujeres que sobrevivieron a las experiencias traumáticas en el centro de detención Tejas Verdes- el compositor Jesús Torres, con la ayuda del escritor como libretista, trasciende el lugar y el tiempo de la obra, concentrándose en la universalidad del drama de los perseguidos y asesinados por razones políticas.
Ópera escrita para seis solistas femeninas y dos coros
La ópera, escrita para seis solistas femeninas -tres sopranos y tres mezzosopranos- y dos coros -de mujeres y de hombres- narra, en líneas temporales que se cruzan y superponen, las vicisitudes de la ‘desaparecida’ Colorina, joven con nombre de pájaro a la que recluyeron y torturaron en Tejas Verdes únicamente por la relación amorosa que mantenía con un insurgente revolucionario.
La protagonista, entre la realidad y la ensoñación, comparte los recuerdos, miedos, anhelos y angustias que vivió en Tejas Verdes, interactuando con otras mujeres llenas de zonas grises y contradicciones, victimas todas ellas, de una dictadura que legitima la tortura, el asesinato, la calumnia, el terror y la impunidad.
Un coro femenino, que actúa como un desdoblamiento de los pensamientos de la protagonista, alivia la dureza de los relatos, que se expanden a través de la bella y lacerante poesía carcelaria de Miguel Hernández, cuyos versos ahondan la carga emocional del drama. Como contrapunto, un potentísimo coro de hombres encarna las fuerzas del orden y de la represión, ya sean militares, policías, juristas o funcionarios adscritos a los perversos mecanismos de control del régimen.
Se han añadido a la plantilla sinfónica un piano, una celesta, un acordeón, un saxofón y una amplísima sección de percusión
La orquesta tiene un papel preponderante en la trama, llegando a donde no alcanzan las palabras, o reforzándolas cuando a la voz le falta aliento. Para ello Jesús Torres ha añadido a la plantilla sinfónica estándar un piano, una celesta, un acordeón, un saxofón y una amplísima sección de percusión -que incluye, además de cuatro sets y timbales, también una campana japonesa, platos chinos, planchas metálicas, cencerro, bloques de metal suspendidos, cadenas o un Steel Drum- que deberán tocar siete músicos.
Esta paleta orquestal permite una riquísima riqueza tímbrica y armónica, a la que se unen algunos efectos dramatúrgicos como la compleja textura heterofónica con voces grabadas que se emiten por 24 altavoces, en la escena del cementerio, o la grabación de las campanas que se funden con la orquesta en la primera escena.
La música de Jesús Torres, libre de etiquetas y al margen de clasificaciones limitadoras, nace de las necesidades dramatúrgicas de la trama y acompaña la prosodia del castellano con un lenguaje mayoritariamente tonal, alejado de las corrientes estructuralistas y experimentales. En sus páginas afloran elementos de la polifonía ibérica, de la tradición europea finisecular e, incluso, aromas hispánicos que le unen a Manuel de Falla.
Así, también musicalmente, gana sentido la dramaturgia concebida por Rafael R. Villalobos al presentar ambas óperas en un díptico que incide en las relaciones semióticas representadas en la jaula, las rejas, o la cárcel, alrededor del concepto de libertad y de su privación, y donde los personajes de una y otra fábula se entremezclan creando un hipertexto.
Las dos óperas están unidas por sus protagonistas, cuyo amor les conduce a la muerte: Salud, la ingenua gitana de La vida breve, se enamora de un hombre de diferente clase social que la traiciona y es víctima de una sociedad inclemente; Colorina, la joven desaparecida de Tejas verdes, ama a un militante revolucionario terminando devorada por la dictadura.
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Personajes que transitan de una ópera a otra
Los personajes transitan de una a otra ópera, destacando en La vida breve la soprano Adriana González (Salud), el tenor Eduardo Aladrén (Paco), la mezzosoprano Ana Ibarra (La abuela), el bajo Rubén Amoretti (El tío Sarvaor) y la cantaora María Marín; y en Tejas verdes las sopranos Natalia Labourdette (Colorina) y Alicia Amo (Delatora), y la mezzosoprano Ana Ibarra (Doctora) -única solista que canta en ambas óperas-, secundadas por la soprano Maria Miró (Hermana) y las mezzosopranos Sandra Ferrández (Madre) y Laura Vila (enterradora)
La producción cuenta con coreografía de Estévez / Paños y Compañía y la participación de los bailarines José Alarcón, Adrián Gómez, Sara Jiménez, Pol Martínez, Jorge Morera y Yoel Vargas.
La dirección musical de ambas óperas, con distintos lenguajes musicales y expresivos, será de Jordi Francés, que tiene en su haber varios estrenos mundiales de óperas españolas. Estará al frente de la Orquesta y del Coro Titular del Teatro Real, este último preparado por su director, José Luis Basso.