El estudio, que publica la revista ‘Blood’, ha sido coordinado por Silvia Beà y Elias Campo, investigadores del grupo de Patología molecular en neoplasias linfoides del IDIBAPS, con la colaboración de Iñaki Martín-Subero (IDIBAPS), de Xose A. Puente (Universidad de Oviedo), del Barcelona Supercomputing Center y de diversas instituciones internacionales.
El linfoma de células del manto es un cáncer de los glóbulos blancos de la sangre con una conducta clínica muy paradójica, ya que mientras que un subgrupo de pacientes tiene una enfermedad agresiva, difícil de tratar, otros siguen un curso clínico indolente, incluso sin necesidad de tratamiento.
En este trabajo, los investigadores han estudiado los datos genómicos y epigenómicos con el fin de elucidar las peculiaridades que determinan esta conducta clínica tan diversa.
«Gracias a haber secuenciado el genoma completo de 61 pacientes junto con su epigenoma y transcriptoma (es decir, la forma en que se regulan y se expresan los genes) hemos podido entender mejor el origen de este linfoma e identificar nuevos mecanismos que permiten que el tumor se desarrolle más rápidamente», ha explicado Elías Campo.
El estudio ha demostrado que, pese a la diferente evolución clínica de las formas agresivas e indolentes de los tumores, la alteración oncogénica inicial de los dos subtipos es la misma y se produce por un error en la maduración de las células linfoides en la médula ósea.
Este error activa el oncogen ‘Ciclina D1’, que hace proliferar incontroladamente las células tumorales.
Ferran Nadeu y David Martín-Garcia, primeros firmantes del estudio, han destacado que «fue sorprendente ver que esta alteración era la misma en los dos subtipos y que se había originado, en ambos casos, en el mismo momento y en la misma célula precursora».
Posteriormente, las formas agresivas inactivan el gen ATM, un gen clave que ayuda a mantener la estabilidad del genoma, y desarrollan un marcado desorden de numerosos cromosomas, oncogenes y genes supresores.
Por el contrario, las formas indolentes no tienen esta alteración y mantienen un genoma con muy pocas alteraciones.
La rápida y diferente proliferación de las células tumorales en las dos formas de la enfermedad deja una huella permanente en el epigenoma, que se puede detectar fácilmente mediante un ensayo químico y que, en combinación con alguna de las alteraciones genéticas, permite predecir la diferente evolución de los pacientes.
«Además de identificar nuevos mecanismos relevantes para entender la biología de este linfoma, hemos podido definir criterios genéticos y epigenéticos que podremos utilizar en la clínica para predecir de forma más precisa el riesgo evolutivo de los pacientes y, por tanto, ajustar el tratamiento de forma más personalizada», ha señalado Beà.
La gran cantidad de datos genómicos y epigenómicos generados en este estudio se han depositado en repositorios internacionales para que otros investigadores puedan acceder a ellos para acelerar la investigación y el conocimiento sobre este linfoma.
El trabajo se ha llevado a cabo gracias a la financiación de varios proyectos del Fondo de Investigaciones Sanitarias, Instituto de Salud Carlos III, el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, National Institutes of Health de Estados Unidos y la Generalitat de Cataluña.
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