Bertín Osborne le invitó a su casa, en el programa 'En la tuya o en la mía', y Pablo Motos, que no cobró ni un euro por su intervención, no tuvo problema alguno en sincerarse con él, contándole desde curiosas situaciones en su infancia hasta las que vive cada día en 'El Hormiguero'.
Motos confesó que de pequeño era un auténtico «trasto» porque «o eres el listo de la clase, o eres el listo del recreo, y nuestros padres no sabían que hacer con nosotros«.
De su infancia recuerda que «una vez hice una gran gamberrada, en una discoteca, nos cogió la policía, hubo un interrogatorio y ese día dije 'ya no más...', y que lo que le cambio la vida fue una guitarra, «me salvó un pijo, me pidieron que diese clases de música y yo quise ser como él, tener su vida. En ese momento yo era un tío sin ningún estilo intentando tener alguno. Era bastante patético pero eso fue un cambio en mi vida».
A partir de ahí dijo que todo había cambiado, «empecé a ganar dinero y todo el mundo me quería, era el profesor de guitarra», aunque precisó que nunca se había visto involucrado en el mundo de las drogas, «lo probé una ve y pensé que eso no era lo mío, pero mis amigos no acabaron bien, alguno por ahí se salvó, alguno acabó muerto en una cuneta de mala manera tras una persecución. Fue uno de los días más duros para mí, tocaba la guitarra con él y con una mirada nos decíamos todo».
Aunque pronto empezó a ganar dinero, Motos señaló que no todo fue tan sencillo como ahora, «por la mañana era director y presentador de Radio Requena y por la tarde un limpia cristales«.
De aquellos comienzos indica que «empecé con Julia Otero y pasé de ser un tío gamberro a un tío transgresor», así como que 'El Hormiguero' no tuvo un comienzo fácil, «nadie entendía el programa, pero me dejó hacerlo gente muy valiente. Yo he seleccionado desde la primera persona que recoge en el taxi a los invitados, porque tiene que ser muy buena esa persona que les lleve arriba».
El presentador del exitoso programa de Antena 3 subrayó que «la gente me quiere en las fiestas. Cuando la gente va pedo es un buen termómetro, porque, o se alejan de ti, o les apetece hablar contigo», pero reconoció que «mis compañeros me tienen mucho cariño, pero no soy fácil como jefe, porque cuando empieza el programa yo les digo que no conozco a nadie».
Tampoco le importó descubrir que se había sometido a varios cambios físicos. Primero se operó de la vista, luego de los dientes (durante una noche apretó tanto la mandíbula que amaneció con toda la dentadura torcida), y más tarde dijo que se había puesto bótox, algo de lo que se arrepintió.