En octubre de 2012 llegaba Pesadilla en la cocina, con un sujeto rechoncho y desconocido llamado Alberto Chicote. Un año después, el éxito de aquel espacio dio paso a formatos como MasterChef y Top Chef, que empezaron a confirmar que a los españoles, por mucho que en la mayoría de los casos no hubieran entrado en ella hasta la fecha, les interesaba la cocina.
En ese mismo ejercicio, en diciembre, uno de esos espacios, MasterChef, descubría que la fórmula podía seguir teniendo éxito con una versión protagonizada por niños. Telecinco rápidamente imitó a la pública y puso en marcha La Voz Kids y Pequeños Gigantes.
Dos años después, no sólo se cuestiona ya a ese 'simpático gordito' de las chaquetas estrafalarias sino que se cierran programas de cocina como Robin Food (dijo adiós el pasado mes de mayo, justo cuando este espacio diario cumplía sus 150 emisiones), fracasan otros como Cocineros al volante (no pasó en La 1 de 1.234.000 espectadores de media y un 8,3% de cuota) y se comprueba cómo los grandes formatos culinarios han perdido en este tiempo 1.135.000 espectadores.
En el apartado infantil, por mucho que incluso se hayan creado campamentos veraniegos para enseñar a cocinar a los pequeños y hayan salido artistas que han hecho millonarias a sus familias, se han quedado por el camino otros 2.799.000 espectadores.
Apoyo de las cadenas
Por mucho que un portavoz de Antena 3 haya precisado a este periódico que «en televisión hay modas que vienen y van, pero no creemos que la de los formatos de cocina vaya a desaparecer todavía«, y que otro de Mediaset indique que «los espacios que tienen a niños como protagonistas todavía siguen interesando y vamos a seguir apostando por ellos«, lo cierto es que cada vez son menos los que ven futuro a ambas modalidades.
Pesadilla en la cocina, el pionero de los culinarios, finalizó su primera edición, en enero de 2013, con una audiencia media de 2.422.000 espectadores y un 11,9% de cuota, registros que entonces eran espectaculares para una cadena como La Sexta. Su cuarta entrega, la que concluyó el pasado 15 de julio, se saldó con 1.829.000 y un 9,9% de cuota, 593.000 espectadores menos que hace dos años.
En esa misma línea, MasterChef, que se estrenaba en abril de 2013, conseguía en esa primera entrega una media de 3.421.000 espectadores, incluyendo una final con 5.524.000 fieles. El pasado mes de julio, el programa hacía balance con 3.090.000 personas, 331.000 menos, mientras su última gala no pasaba de 3.770.000.
Peor incluso le ha ido en este tiempo a Top Chef. El programa que lidera también Alberto Chicote, en este caso en Antena 3, conseguía en su edición de 2013 una audiencia de 2.937.000 espectadores, mientras que este miércoles cerraba su tercera con 2.133.000, 804.000 menos. Incluso es más significativo el bajón en la gran final, ya que si hace dos años ese momento decisivo lo veían 3.805.000, esta semana no pasaron de los 2.283.000, nada menos que 1.522.000 menos.
Una gran excepción
A caballo entre los fogones y los programas de niños, MasterChef Junior se ha dejado otros 640.000 espectadores, entre los 3.491.000 de la primera edición, que comenzó en 2013 y finalizó en 2014, y los 2.851.000 con que terminó la de este año.
Claro que la mayor debacle ha sido la de Pequeños Gigantes, de Telecinco, que se estrenó en 2014 con 3.016.000 espectadores y este año ha cerrado con una media de 2.175.000, con los mínimos históricos, semana tras semana, de toda su historia.
Quizás el programa que mejor salud tiene de todos ellos es La Voz Kids, que continúa la estela de la versión de los mayores. Por mucho que haya perdido 773.000 espectadores en el último año, pocos programas pueden presumir hoy en día de tener una audiencia media de 4.403.000 fieles.
Por ese motivo parece que no tendrá ningún problema para una nueva edición, como tampoco lo tendrán todavía la mayoría de estos formatos, ya sean de cocineros o de niños, con la excepción quizás de Pequeños Gigantes, que todavía no tiene asegurada su continuidad.