lunes, septiembre 23, 2024
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Según Dragó, «España es ahora una colmena de camareros sin futuro»

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Lo que para muchos, sobre todo para el país en general, es motivo de alegría y satisfacción, para Fernando Sánchez-Dragó es motivo de preocupación. El turismo, para él, es casi tan preocupante para España como el cambio climático para el resto de los mortales. 

El que cada vez lleguen más extranjeros para disfrutar del clima y las costumbres patrias, con lo que ello conlleva de beneficio para la economía nacional, es para el escritor una gran preocupación, y así lo ha querido demostrar en su columna semanal en El Mundo.

Dragó se declara en ella «turismófobo», y dice que detesta «a quienes han destruido cuanto amaba», precisando que se refiere a «esos millones de forasteros en chancletas y en porretas que (…) invaden las playas, los montes, las calles, los museos, los monumentos, las discotecas, los restaurantes, los burdeles y las fiestas de medio mundo».

Según él, todas esas personas «ensucian, son ruidosos, roñosos, rebañegos y vulgares, están pésimamente educados, destrozan las costumbres, las tradiciones, la cultura, las maneras, el legado espiritual, el tejido laboral, el patrimonio monumental, el paisaje, la gastronomía, la moral, el buen gusto, el carácter del pueblo, y no dejan, como moneda de cambio, casi nada».

Tampoco se libran de las críticas sus propios compatriotas, porque después de recordar que «nuestro país, que fue de héroes, de santos, de príncipes, de guerreros, de conquistadores, de colonizadores y de artistas», lamenta que ahora es «una colmena de camareros sin más futuro que el de pasar sus vidas sirviendo copas de mal vino, marisco rebozado en ácido úrico y raciones de tortilla zapatera».

Entre la larga lista de las cosas que más le fastidian del 'boom' turístico están detalles como que «los precios se disparan, las colas son kilométricas, la basura levanta pirámides de dimensiones faraónicas, los cacos hacen su agosto, los pesebres de fast food surgen como setas venenosas, el top manta arrincona el comercio legal, la gente duerme en las zanjas (…), la contaminación rebasa todas las líneas rojas, el ocio se convierte en negocio y la salud se resiente mientras los terroristas se frotan las manos y tintinean las hebillas de sus cinturones de explosivos».

El presentador televisivo está convencido por todo ello de que «esto no hay quien lo soporte», por lo que pide imponer «peajes, cuotas, visados, vallas, murallas, prohibición de vehículos, número clausus o lo que sea». Su deseo es que «los turistas se queden en sus cubiles si no quieren terminar corridos a gorrazos«, algo para lo que adelanta que «yo aporto mi boina».

M. A.

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