domingo, septiembre 29, 2024
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«Me folló contra el suelo hasta el punto de romperme la espalda»

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Los abusos infantiles fue el duro tema abordado este domingo por el programa de La Sexta Salvados. El pianista James Rhodes y la gimnasta Gloria Viselas le contaron a Jordi Évole las desagradables experiencias que tuvieron en este sentido cuando eran muy jóvenes y cómo todavía no han podido olvidarlo.

El pianista afirmó que «quiero cambiar la situación de aquellos que no tienen voz, de los que no tienen a nadie con quien hablar», y aseguró que «de pequeño me hicieron cosas que me llevaron a gesttionar las cosas desde una posición en la cual sólo soy yo el culpable de lo que pasa en mi interior». «

Según él, «el miedo es fruto de la soledad y el agotamiento, cuando era pequeño apenas dormía 3-4 horas por noche y me sentía completamente aislado. Es muy difícil hablar de ello, te sientes muy expuesto, aún siento vergüenza. Pero es algo que está en todos lados, millones de niños lo sufren».

Sobre su negativa experiencia recuerda que «tienes un hombre de 45 años alto y grande que con 6 años te empuja contra el suelo y te folla hasta el punto de romperte la espalda y hacerte añicos la columna, la palabra abuso se queda corta», e incluso precisó que «me pidió que me quedara después de la clase de boxeo, cerró la puerta con llave y fue la primera vez que me violó. No fue nada amable, se convirtió en un monstruo, violento y muy agresivo. Supuso todo un golpe para mí. El cambio fue tan intenso e inmediato que no he vuelto a ser el mismo».

Para él, «lo peor fue lo que pasó después porque tienes que actuar como si no hubiese pasado nada y te sientes fatal porque de alguna manera te hace cómplice, acabas encubriendo lo que ha hecho», y reconoce que «me daba pavor lo que pudiera pasar si hablaba, resultaba mucho más sencillo esconderlo y seguir hacia delante como si nada hubiera pasado. Los pedófilos siempre dicen que si hablas te ocurrirán cosas horribles y cuando le repites eso a un niño de seis años, que le matarás, acaba creyéndoselo. Pero al final pensé que él tendría acceso a otros niños, no pude guardármelo más, fui a la policía y me interrogaron durante cuatro horas, todo muy gráfico y muy intenso, para acabar diciéndome que no podían encontrarlo».

Rhodes aseguró que «la gente piensa que cuando acaba el acto físico del abuso puedes olvidarte de todo, pero es una jodida mentira, no funciona así, algunas heridas funcionan como si fueras un minusválido, tienes que aprender a vivir con ellas. Las consecuencias más graves son la vergüenza y el odio a mí mismo, las voces en mi cabeza que son incesantes, los diagnósticos de depresión, anorexia, daños autoinfligidos, abuso de drogas y alcohol, promiscuidad…».

Ni tan siquiera el casarse y tener un hijo le ayudó a olvidar, ya que le dijo a Évole que tuvo tentaciones de cometer suicidio y acabó en un psiquiátrico, donde relató su mala experiencia con los medicamentos que se le suministraron.

Igual de duro le rsultó a Gloria Viseras, que relató el abuso de su entrenador (no le mencionó expresamente, pero presuntamente se trataría del exseleccionador español, Jesús Carballo): «Empezaron los abusos, abusó de mi confianza y de mi inocencia y me rompió. Duró de los 12 a los 15 años y pasé a ser una niña huraña y llorosa, me pasé el día llorando. Cuando estaba abusando de mí visualizaba mi ejercicio de suelo y hacía que la música sonara muy alto en mi cabeza».

La gimnasta puntualizó que «no lo conté a nadie hasta hace cuatro o cinco años. Es más fácil poner una sonrisa y decir que estoy cansada», así como que «siempre he pensado que era un bicho raro: bulimia, falta de autoestima, pensamientos suicidas, pesadillas que sigo teniendo muchas veces, me arrancaba el pelo… No me he cortado ni me he drogado ni he bebido alcohol, pero me corté el pelo como un chico para ser fea».

Viseras lamenta que «tengo agujeros de memoria, hay veces que no me acuerdo de temporadas completas o de un viaje y lo he achacado a que entrenaba la memoria para olvidar, pero siempre hay algo que te lo recuerda. Y luego me he dado cuenta de que otras niñas, ahora ya mujeres, lo sufrieron después que yo, y lo sufrieron porque yo no fui capaz de contarlo».

M. A.

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