Ni Hugo Chávez contó cosas tan llamativas como las que una persona anónima desveló este domingo a Jordi Évole. El presentador dedicó esta vez su Salvados a intentar recordar la historia de los presuntos abusos del sacerdote leonés José Manuel Ramos Gordón, acusado de pederastia, y una de sus víctimas terminó contándole una historia dantesca.
Lo curioso es que en el reportaje del programa de La Sexta su presentador descubrió primero, hablando con los vecinos del pueblo, que, en su gran mayoría, la gente no sólo no quería hablar del asunto sino que los que lo comentaban lo hacían en tono de alabanza al eclesiástico.
Todo cambió con el testimonio de Javier, uno de los afectados por esta cuestión, que declaró que «en octavo, el tutor de séptimo, José Manuel Ramos Gordón, por las noches hacía cosas muy feas y horribles».
Según explicó, «estábamos en un dormitorio grande y yo tenía un compañero enfrente que estaba a cuatro metros, pero si lo vio y calló no le echo la culpa, porque tendría miedo», y añadió que «antes me lo dijeron un compañero y mi hermano, que ya lo habían sufrido».
Javier recordó que «yo no he vivido algo tan traumático como ese primer día. Me desperté y me estaban tocando. Te quedas inmóvil intentando asimilarlo. Eran sacerdotes y eso te provocaba miedo, era pánico lo que sentías. Simplemente no haces nada, te quedas bloqueado. Me tocó, me acariciaba, me masturbaba y cuando se cansó se fue, no sé si duró cinco minutos o más».
Lo que le llamaba más la atención era que «el día siguiente para él era un día normal. Yo hablé con mi hermano y le dije que me había pasado, y él me dijo que iba a volver. Y pasan los días y vuelve, muchas veces. Hacía su ronda por el dormitorio con su linterna antes de atacar. Él también se tocaba a él mismo, nunca me habló, él hacía, y si cogía confianza iba más allá, y si te ponías boca abajo te tocaba por detrás, introducía su dedo en el ano y no te planteabas gritar, no podías hacer nada y él sabía que llorabas, pero insistía».
En su relato precisó que «cuando él consideraba oportuno, se incorporaba y eyaculaba encima de ti, te caía todo encima. Estaba unos segundos más, temblabas de miedo, y a veces se iba del dormitorio o se iba donde mi hermano», por lo que no es de extrañar que creyera que «era el infierno las noches que venía y las que no venía, porque las que no venía le estabas esperando. Le daba igual verte llorando, hasta que no llegaba a su orgasmo hacía lo que quería».
También lamentó que «el rector no hizo absolutamente nada y el otro continuó. A nuestros padres se lo dijimos cuatro o cinco años después. Arrastramos secuelas: no poder dormir por miedo, sobresaltos y ansiedad, problemas de autoestima, de no relacionarnos con la gente, problemas sexuales…».
M. A.