Cuánto bien y cuánto mal ha traído al mismo tiempo el ‘caso Harvey Weinstein’. Desde que se supieron sus supuestos abusos sexuales la industria ha intentado evolucionar para proteger los derechos de las personas, y han salido a la luz numerosos testimonios de mujeres que denuncian situaciones que van de la incomodidad al delito. Lo malo es que en algunos casos ya nadie sabe a quién creer.
Ejemplo de ello es el de Karmele Marchante, la que fuera tertuliana de Sálvame hasta hace ya un año y que ahora insiste en su denuncia del pasado mes de agosto, cuando dijo haber sufrido «acoso, violencia de género y vejaciones» durante su paso por el programa de Telecinco.
La periodista catalana, que ahora anda de lleno metida en la lucha por el independentismo de su comunidad, parece que no ha aceptado el perdón que hace unos días pidió Paz Padilla y ha insistido en su denuncia a través de Twitter, «lo hacían en connivencia con la dirección. Acosar, humillar, maltratar, disfrutar haciendo daño, bullying, un director sobándome, metiendo mano, tocando tetas……YO NO PERDONO». Eso sí, no ha presentado ninguna denuncia ante los tribunales.
A sus 71 años parece eso sí vivir algo más tranquila tras abandonar el magazine vespertino en 2016, después de siete años de acudir diariamente al mismo y de protagonizar batallas con casi todos sus compañeros. Uno de éstos, entrevistado por Informalia pero que no ha querido decir su nombre, ha asegurado que «Karmele es y ha sido siempre una persona muy rara», y pone como ejemplo de ello que «solo come yogures». Según esta persona, «es verdad que en algunos momentos y después de años viéndonos cada tarde, pudiera haber tenido lugar algún roce físico, pero en un tono completamente amistoso, con humor y desde luego consentido por todos».
Otra persona que también se sentó en el plató con ella durante algún tiempo precisa que «lo de los tocamientos no creo que sea cierto, en el modo en que lo cuenta Karmele al menos, pero sí es verdad que las presiones para que sacáramos asuntos de la vida íntima llegaban a extremos impensables». En este sentido puntualiza que «los productores presionaban a los directores, los directores a los contertulios, y la pelea llegaba al espectador. Es así como funciona y éramos títeres a sueldo movidos por la productora que nos toma por frikis, que es lo que somos».
Sobre el posible acoso psicológico que esas directrices pueden suponer indica que «no todos los casos son iguales, desde luego, en cuanto al nivel de presión, pero tampoco los sueldos son calcados», y confiesa no recordar ninguna denuncia al respecto porque «si denuncias te vas a la calle, luego si ganas el juicio, después de años sin trabajar, como mucho te ofrecen un Deluxe si retiras la demanda, y te pagan con el caché del programa. Eso sí lo he visto».