La derecha portuguesa resucita los fantasmas antiespañoles
Nadie hubiera podido imaginar hace tan solo unos pocos meses la persistencia en el seno de la clase política portuguesa de los reflejos patrioteros antiespañoles de antaño. El descubrimiento vino con el desarrollo de la campaña para las elecciones generales del próximo domingo. Pensando ganar con ello algunos votos, la líder del Partido Social Demócrata de Portugal (PSD), Manuela Ferreira Leite, anunció que con ella en el gobierno, la construcción de los tramos lusos del AVE Lisboa-Madrid se paralizará, algo que va en contra de los acuerdos firmados en su día con el gobierno español.
"No pienso solucionar los problemas de Portugal en función de los intereses españoles", fue el argumento utilizado por la ex -”dama de hierro” de la economía lusa.
La posición asumida por Ferreira Leite es inclusive más insólita y sorprendente cuando se desvela que en el 2003 ella dejó su firma en los acuerdos del consejo de ministros relacionados con la construcción del AVE en cuestión.
En aquel momento los portugueses tenían al frente del gobierno al actual presidente de la Comisión Europea José Manuel Durão Barroso, quien había puesto las finanzas del país en manos de la actual líder del PSD.
Ocurre, además, que la situación del país hoy no es muy distinta de la que sufría cuando pactó con España la construcción de las líneas de alta velocidad Lisboa-Madrid y Oporto-Vigo, y cuya puesta en servicio está programada para el 2013.
En aquel entonces, con Manuela Ferreira Leite en el ministerio de Economía, cuando nadie en el PSD ni en el gobierno cuestionaba el AVE, Portugal estaba ya inmerso en una recesión económica.
Además, ante el peso elevado de la deuda exterior y del déficit presupuestario dejado por la anterior mayoría socialista, hasta Durão Barroso se lamentaba de tener que dirigir un "país en pañuelos"... y sin renunciar por ello al proyecto del AVE pactado con España.
Y cuando sólo había cumplido la mitad de su mandato, renunció al puesto de primer ministro para asumir la más cómoda y, mucho mejor remunerada, presidencia de la Comisión Europea.
Manuela Ferreira Leite decidió entonces dejar también el gobierno, ya con la idea de disputar el liderazgo del PSD.
Ahora la máxima aspiración de la ex responsable de Economía es derrotar a José Sócrates, que lleva cuatro años gobernando el país con mayoría absoluta del Partido Socialista (PS).
A todas luces, la candidata a líder piensa que la mejor manera de obtener su objetivo es resucitando los viejos fantasmas antiespañoles, poniendo en cuestión el AVE y otras "grandes obras" proyectadas por el régimen socialista, como la construcción de 1.500 kilómetros de nuevas autopistas y del nuevo aeropuerto internacional previsto para 2017 en Alcochete: un proyecto que además de representar unos 20.000 millones de euros de inversión los diez próximos años cuenta con -como prácticamente todos los concursos públicos previstos, abiertos o adjudicados-, la participación de constructoras y concesionarias españolas como FCC, ACS y Sacyr.
Solo la red del AVE (Lisboa-Madrid, Lisboa-Oporto, Oporto-Vigo), costará aproximadamente unos 11.000 millones de euros, incluyendo la construcción de un nuevo puente ferroviario previsto sobre el Tajo, entre Lisboa y Barreiro.
En lo que Manuela Ferreira Leite tiene razón, según todos los expertos, es en que la inversión prevista "jamás podrá ser recuperada a través de la explotación del servicio del AVE" y representará una "carga" para las futuras generaciones, al igual que las demás grandes obras previstas.
Es por ello que Sócrates utiliza otro tipo de argumentos - políticos y estratégicos-, para defender el proyecto: dada su situación ultraperiférica, Portugal no puede quedar descolgado de la red europea de alta velocidad, con lo cual el desarrollo del AVE sirve los intereses nacionales, y hay que respetar los acuerdos que Portugal tiene firmados con España.
Además de la explotación política de lo que todavía queda del antiespañolismo inherente en Portugal, que es lo mismo que volver la espalda a la realidad de una integración ibérica cada día más fuerte, lo que sale también a flote es que el PS y el PSD no tienen la misma visión sobre lo que hay que hacer para salir de la crisis.
Así, Sócrates está en línea con la filosofía de su "mejor amigo" José Luis Rodríguez Zapatero, al considerar que hay que utilizar el arma de la inversión pública para relanzar la economía y para crear empleo, mientras que para Manuela Ferreira Leite, lo que hacen los socialistas, con sus grandes obras públicas, es incrementar el déficit y la deuda del Estado e hipotecar así el futuro de las nuevas generaciones.
Sin embargo, es muy probable que, pasadas las elecciones, todo vuelva a la normalidad.
Por mucho que pese a la minoría de portugueses que miran todavía a España con recelo como si existiera algún peligro de volver a la "época de los Felipes" y de la ocupación española (1580-1640) tras la unión de ambas coronas bajo una misma dinastía Habsburgo, la realidad hoy es muy distinta. Portugal tiene en España su primer cliente, su primer proveedor y su primer inversor, y tiene mucho más por ganar que por perder con el desarrollo de las redes ibéricas de comunicación y transportes, puesto que tendrá así una mayor facilidad de acceso a un mercado que es siete veces mayor que el nacional, y a Europa.
En el caso de que el PSD recupere el poder perdido en 2005, Manuela Ferreira Leite tendría que contar también con el "lobby" de la construcción, que tiene un gran peso y una gran influencia económica y política: el sector lleva muchos años en crisis y hará todo lo que pueda para que el próximo gobierno cumpla los compromisos de desarrollo de nuevas infraestructuras.
Además, nada indica que, en caso de lograr la victoria, el PSD tendrá las manos libres. Según los sondeos, que son más favorables al PS, Ferreira Leite sólo puede aspirar a una frágil mayoría, y nunca a la mayoría absoluta. Con lo cual, una vez en el poder, tendría que hacer frente al PS e igualmente al PCP y al Bloque de Izquierda que, aunque con matices, también está a favor del desarrollo de la red del AVE.
También está la cuestión clave de los costes financieros que el Estado tendría que asumir si renunciara al AVE: la pérdida de los 383 millones de euros que la UE puso a disposición portuguesa para la construcción de los tramos transfronterizos y que tendrían que ser devueltos a Bruselas, al contrario de otros 955 millones de fondos comunitarios también destinados al AVE y que podrían ser aplicados en otros proyectos.
El Estado luso tendría igualmente que indemnizar a los consorcios que invirtieron fuertes sumas para participar en los concursos de los tramos del AVE Poceirão-Caia (176 kilometros) y Lisboa-Poceirão (34 kilometros, incluyendo el tercer puente previsto sobre el Tajo). Para el primer tramo, hay ya dos consorcios finalistas, Elos y Altavia, ambos con participación de filiales de Sacyr y de ACS, mientras que la mejor propuesta para el segundo tramo, también pendiente de adjudicación, fue la de FCC.
Lo cierto es que la oposición del PSD al AVE, y más aun, la vena nacionalista y antiespañolista de Manuela Ferreira Leite contrastan radicalmente con la posición de José Sócrates.
En 2005, cuando llegó al gobierno, no tuvo reparos en proclamar que la primera prioridad de su política exterior seria "España, España y España", dijo que su país tendría las puertas totalmente abiertas a la inversión española, y lleva pregonando desde entonces que José Luis Rodríguez Zapatero es el "mejor amigo", suyo y de Portugal.
Y según los sondeos, la mayoría de los portugueses opinan lo mismo, puesto que el PS podría sacar unos 5 puntos de ventaja al PSD.