Muere el actor Val Kilmer a los 65 años
Su hija, Mercedes Kilmer, ha confirmado la noticia al diario The New York Times. El actor, que en 2014 fue diagnosticado con cáncer de garganta, había superado en parte la enfermedad, pero según ha detallado su hija, la causa de su muerte ha sido una neumonía.
Durante mucho tiempo, Kilmer evitó hablar públicamente de su diagnóstico, y no fue hasta 2017 cuando reconoció que padecía cáncer. Su batalla quedó reflejada en el documental autobiográfico VAL, presentado en el Festival de Cannes, donde ofreció un relato íntimo de su vida y su lucha contra la enfermedad.
Kilmer fue una importante figura en la industria cinematográfica durante los años noventa. Sin embargo, con el paso del tiempo, su carrera se vio afectada por desencuentros con compañeros y directores, así como por una serie de fracasos en taquilla. Con los años, se ganó la fama de ser un actor exigente, apasionado e incluso difícil, tanto dentro como fuera del set.
Un debut con sello propio
Nacido en la ciudad de Los Ángeles, Val Kilmer comenzó su carrera interpretando personajes con aire de estrella de rock, estilo que marcó buena parte de sus primeros papeles. Su debut en el cine llegó con la comedia paródica Top Secret! (1984), donde daba vida a un cantante estadounidense que, entre coreografías y canciones, acababa envuelto en una trama de espionaje en Alemania del Este. Un año después, apareció en la comedia universitaria Real Genius (1985).
El salto a la fama llegó con Top Gun (1986), donde compartió protagonismo con Tom Cruise interpretando al inolvidable aviador Tom "Iceman" Kazansky. Décadas después, ambos volverían a encontrarse en la secuela Top Gun: Maverick (2022), cerrando un ciclo cinematográfico que marcó a una generación.
En 1988 protagonizó Willow, una aventura fantástica dirigida por Ron Howard, y en ese rodaje conoció a la actriz británica Joanne Whalley, con quien se casó y tuvo dos hijos antes de separarse.
El Morrison más auténtico
Uno de los trabajos más aclamados de su carrera llegó en 1991 con The Doors, dirigida por Oliver Stone. Kilmer se transformó en Jim Morrison con tal entrega que, para convencer al cineasta, grabó un vídeo de ocho minutos en el que imitaba al cantante en diferentes etapas de su vida. La película utilizó su propia voz para las escenas musicales, y durante el rodaje llegó a romperse un brazo al lanzarse desde el escenario, dejando una secuela permanente en su codo.
A partir de ahí, su carrera vivió un momento dorado. En Tombstone (1993) interpretó al legendario Doc Holliday. En 1995 sumó dos éxitos más a su filmografía: compartió pantalla con Al Pacino y Robert De Niro en Heat, y encarnó a Bruce Wayne en Batman Forever, tomando el relevo de Michael Keaton.
Entre thrillers, héroes y antihéroes
Kilmer también dejó su huella en películas como True Romance (1993), donde aparecía como una especie de Elvis espiritual que guiaba al protagonista, y en Thunderheart (1992), donde interpretó a un agente del FBI con raíces nativas americanas. En El santo (1997) encarnó a un ladrón camaleónico que usaba nombres de santos como alias para enfrentarse al crimen organizado ruso.
En el año 2000, participó en Pollock, dando vida al pintor Willem de Kooning. Luego vinieron papeles más oscuros, como el de la estrella del porno John Holmes en Wonderland (2003), o el del rey Filipo II de Macedonia en Alejandro Magno, dirigida de nuevo por Oliver Stone. Ese mismo año se sumó al thriller político Spartan, reafirmando su versatilidad como actor.
Val Kilmer se marcha dejando un legado cinematográfico que abarca desde los grandes blockbusters hasta el cine más comprometido. Su intensidad, su entrega y su talento seguirán vivos en la memoria del público que lo acompañó durante más de cuatro décadas.