Los jugadores de la selección francesa de fútbol llegaron a París después del fracaso en el Mundial de Sudáfrica en medio de una gran expectación, aunque los «bleus» evitaron el contacto tanto con la prensa como con los aficionados.
Protegidos por un enorme despliegue policial, gran parte del equipo técnico y de los jugadores «bleus» aterrizaron este mediodía en el aeropuerto de «Le Bourget, donde les esperaban numerosos periodistas y una treintena de aficionados dispuestos a expresar su malestar por el triste papel de los jugadores en Sudáfrica.
Escondidos entre los autobuses y los vehículos de emergencias, los jugadores no hicieron declaraciones y algunos tomaron un jet privado hacia sus destinos desde el mismo aeropuerto.
Según los medios locales, Ribéry habría tomado un avión privado con destino a Múnich, mientras que los jugadores del Olympique Lyonnais habrían hecho lo propio camino de Lyon.
Por su parte, el máximo goleador de la historia de Francia, Thierry Henry, fue trasladado directamente por un coche oficial al Palacio del Elíseo, donde le esperaba el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, para tener un encuentro privado que, en principio, no debe trascender a los medios de comunicación.
El resto de los componentes del equipo «bleu» fueron trasladados por dos autobuses y bajo escolta policial hacia la salida VIP del aeropuerto.
Florent Malouda, el jugador del Chelsea, se había desplazado este miércoles directamente desde Sudáfrica hacia Londres.
Así, los aficionados desplazados se quedaron con las ganas de poder dirigirse a unos jugadores que no han sido capaces de ganar ni un sólo partido en todo el Mundial y que han sido protagonistas de insultos, peleas y hasta de motines.
Esta actuación obligó a intervenir incluso al propio Sarkozy, que ayer se reunió con el primer ministro, François Fillon, con la titular de Deporte y Salud, Roselyne Bachelot, y con la secretaria de Estado del Deporte, Rama Yade, para «hacer balance de la infeliz participación de la selección francesa» en el Mundial.
En un asunto que se ha convertido en cuestión de Estado, el presidente francés exigió «responsabilidades» por el «desastre» de la selección, dio orden a sus ministros para que se encarguen de que los «bleus» no perciban ninguna prima económica, y anunció un proyecto de renovación del fútbol de su país.