Ayer fue un día grande, todo apuntaba a un triunfo, y así lo predijo «el pulpo Paul», ese cefalópodo que adivina los resultados de los partidos de Alemania, y que para pena de los alemanes, predijo que ganaría España.
A las ocho de la tarde ya se notaba la falta de gente en las calles de la capital, y es que todo el mundo iba cogiendo sitio en los bares o preparando sus salones para la inédita semifinal. A las 20:30, puntualmente, comenzaba el partido, entonces se empezaron a oir las primeras vuvuzelas (ese instrumento tan molesto que está de plena moda), la gente en los bares y en sus casa aplaudía a la salida de los jugadores al campo y algunos coreaban «España, España» o el archiconocido «Podemos».
A lo largo del partido caña para acá caña para allá, se sucedián los «uys» cada vez que había un tiro a puerta fallido y los ánimos a los nuestros. La primera parte tuvo mucha llegada pero poca resolución. El descanso fue tiempo de comentar las mejores jugadas con los amigos y pedir algo de picar el que estaba en el bar, y de llamar a pizzerías los que estaban en casa.
Comienza la segunda parte, más «uys» y más ánimos para los nuestros desde España. Todo se paralizaba cada vez que había una jugada peligrosa. A los 73 minutos del partido sucedió el gol, y de la manera menos esperada, de corner. Todo el mundo se levantó en los bares, en las terrazas, en los salones, la gente se abrazaba y gritaba extasiada, los telepizzeros se subían a la acera con la moto y miraban la repetición del gol mientras gritaban, en las tiendas ni un alma, hasta los dependientes estaban viendo el partido. Y es que el país se paralizó con el gol de Puyol.
Minuto 93, suena el silbato y acaba el partido, la gente se abraza, chilla, hace sonar las vuvuzelas, algunos se meten en las fuentes de las ciudades, es un sentimiento único e irrepetible, España está por primera vez en su historia en la final del Mundial y eso hay que celebrarlo. Algunos se fueron a su casa, otros tantos decidieron que el mañana no existía y tenían que celebrarlo, hasta altas horas de la madrugada se pudieron escuchar los claxón de los coches, las trompetillas y los coreos a la selección. Ahora si la gente grita orgullosa, «¡¡¡¡Yo soy español!!!!»