martes, noviembre 26, 2024
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Cuando una feria es a dos ruedas

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Puede que en las calzadas, de noche, aparezca un enorme círculo con una bicicleta dentro y la señal de 30. Puede que cada día se vea más a probos vecinos de Madrid y turistas ir con cara de velocidad sobre las níveas bicicletas blancas eléctricas que el Ayuntamiento ha distribuido por el cogollo del casco urbano de la ciudad. Pero igual que el hábito no hace al monje, la pintura y las bicicletas eléctricas no hacen de Madrid una ciudad ciclista.

Lo que hace de Madrid una de las ciudades con más afición al pedal es el rosario de aficionados, curiosos y profesionales que asoman sin muchos tapujos canillas y torsos cada fin de semana por los santuarios de la bicicleta de Madrid. Muchos de ellos han acudido a una feria como Unibike, que este fin de semana ha estado en Ifema, con notable asistencia de público y expositores.

Público que ha podido admirar, entre epatado y muy interesado, las novedades que el mercado ofrece a una afición creciente, una tendencia imparable. Aunque la crisis ha golpeado al sector, el desplazamiento a dos ruedas, bien como práctica deportiva, bien como solución rentable –desde el punto de vista económico y de la salud– para el transporte, crece inexorable.

Unibike reunió a más de 500 expositores, desde las marcas más populares a verdaderos virgueros de la fabricación de bicicletas. Las cifras dicen que la venta de bicicletas cayó un 7,5% el año pasado, en consonancia con todo el sector de consumo en España. Sin embargo, la facturación del sector subió, debido a que cada vez se compran bicicletas más caras. Es decir, que el consumidor es mucho mas exigente. Y entendido.

En una feria de bicicletas y su mundo se mezclan muchos tipos de consumidores. De los escuálidos semiprofesionales a los triponcetes globeros. Siempre, eso sí, se adivina un cuádriceps tenso bajo los pantalones, esté o no depilado. La bicicleta es un deporte además en cuarto creciente para las mujeres, tanto en sus niveles más básicos como en los de iniciados.

Bajo la cúpula de aire postnuclear del Pabellón 12 de Ifema, todo un despliegue de colores y aceros –y fibras de carbono– relucientes. La bicicleta de montaña –en sus variedades MBT y BMX , la más extrema– es la reina de la feria, en consonancia al 34% del bocado que se lleva en el mercado. Detrás está la bicicleta de carretera, la urbana y en crecimiento, la eléctrica.

Un sistema bastante compensado de transporte urbano, el de la bicicleta eléctrica. No es cosa de subir el mítico Cerro Garabitas –en la Casa de Campo, santuario del ciclista madrileño– apretando el puño y no los dientes, pero sí es menester que, con chaqueta y corbata se tire del auxilio eléctrico para remontar “puertacos” como la cuesta de Hermanos Béquer o incluso la Gran Vía. A tal punto es interesante y creciente el sector, que varias marcas tradicionales, como BH, se han lanzado a evolucionar sus modelos híbridos a la bici eléctrica. Algo tendrá cuando hasta la automovilística BMW mostraba modelos en este Unibike.

Bicicletas con horquillas invertidas, con un solo brazo, de ruedas monstruosas o mínimas,  geometrías asimétricas, o de líneas “Mad max”, la pureza ascética de una “cabra” de contrareloj, o el despliegue luminoso de las nuevas MBT. Incluso la mítica “espada” de Miguel Induráin estaba entre los expositores.

La tecnología no es excusa ni coartada para no pedalear, condición sine qua non para que el invento funcione. Por eso llamaba la atención la presencia de unas básculas de precisión junto a unas bicicletas especialmente flacas de carretera. Unos aficionados las estaban pesando. En la báscula marcaba 4,78 kgs.

–Mira, pesa solo 4,78 kilos

–Impresionante, pero súmale bidón de agua y herramientas, al menos otro kilo, 5,78.

–Sí, luego me subo yo y ya solo son 95,78 kilos.

A veces los puertos se llevan a cuestas.

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