Tal vez sea un síntoma del machismo en la sociedad, pero da la impresión de que cuando el rendimiento de muchas mujeres deportistas se desploma es porque empiezan a pensar en otras cosas. Las chicas no ganan tanto como los chicos y a veces encuentran otras fuentes de ingresos que las alejan del que debería ser su objetivo real: convertirse en leyendas del deporte.
Por desgracia, algunas terminan convirtiéndose en un simple trozo de carne, cuando con un poco más de esfuerzo podrían haberse convertido en ejemplos de talento y superación para todo el mundo. Anna Kournikova es el ejemplo más claro de deportista que echó su carrera a perder por culpa de la moda.
La todavía novia de Enrique Iglesias (aunque muchos medios se empeñan en separarles) pasó de llegar a las semifinales de Wimbledon con 17 años a retirarse siendo todavía muy joven. La rusa pasó por una lesión menor que no le habría impedido volver a las pistas, pero la utilizó como excusa para dejar el deporte porque ya no ganaba a nadie.
Después, vinieron Cibulkova, Wozniaki o Ivanovic que demostraron con diversa suerte que se puede compaginar una vida social intensa con el deporte de elite, aunque siempre con muchos altibajos. Sin embargo, María Sharápova ha demostrado que el tenis siempre ha sido lo primero para ella, pese a que todos la reclamaban por su belleza y ha tenido novios ‘famosillos’. Le dio la espalda al dinero fácil, a cambio de entrenar mucho más que algunas otras.
Wimbledon 2015, un prueba de fuego
Sin embargo, Eugenie Bouchard creó una expectación si cabe mayor que la actual número cuatro del mundo en su juventud. El año pasado era considerada la tenista más deseada en todos los absurdos estudios que miden la belleza de las deportistas. Muchos ya preveían que la fama terminaría acabando con su carrera, pero su carácter y sus golpes hacían creer que estaba hecha de otra pasta.
Llegó a ser la quinta del circuito WTA en octubre de 2014 y alcanzó dos semifinales y una final de Grand Slam en ese año, pero tras las vacaciones de fin de temporada no levanta cabeza. La canadiense ha perdido en diez de sus últimos once partidos y ocupa el puesto 41 (y bajando) en la carrera a Estambul, donde se disputará el Master femenino a final de año.
Además, su última derrota frente a 3-6, 6-4 y 0-6 fue especialmente dura, puesto que se produjo en su superficie preferida, la hierba. De hecho, si en Wimbledon no vuelve a dar lo mejor de sí, puede ser el principio del fin de la gran promesa del tenis mundial a sus 21 años, aunque en el tenis femenino es bastante habitual este tipo de baches.
La enésima sucesora de Serena Williams puede quedarse en nada. La estadounidense puede seguir triunfando hasta la jubilación y por eso no es de extrañar que todas sus rivales la admiren. «Serena ha sido muy dominante durante más de una década y ha regresado constantemente para ganar Grand Slams”, dijo Bouchard en su última entrevista a ESPN.
En cualquier caso, Bouchard tiene claro que no quiere parecerse a la número uno porque no está dispuesta a sacrificarse tanto tiempo por el tenis. “No quiero jugar tanto tiempo como ella. No jugaré después de los 30. ¿Por qué? Quiero, no sé… crear una familia, vivir la vida”, declaró la promesa que está más cerca de seguir los pasos de Kournikova que de Sharápova, que con 28 primaveras no quiere ni oír hablar de retirada.