Caron Butler se crió en las calles de Wisconsin, una localidad marcada por ser uno de los grandes mercados de la droga en la década de los 80 y los 90. Sin una figura paterna, creció junto a su madre Pilar y su tío Carlos, que frecuentaba con asiduidad la cárcel por tráfico de sustancias prohibidas. Butler siguió sus pasos, entusiasmado con la cantidad de dinero que adquiría en poco tiempo. “Siendo niño, puedes ir al colegio durante ocho horas al día, pero no ves un impacto inmediato. En la calle, vendiendo droga, en apenas cuatro o cinco horas puedes ganar unos 1.500 dólares», comenta en su libro autobiográfico Tuff Juice.
Ahora es un reconocido jugador de la mejor liga del mundo, pero desvela que ese nunca fue su sueño: «¿Ser como Jordan? Yo quería ser un traficante como Junebug, no una estrella NBA». Antes de los quince años, el estadounidense ya había pasado hasta catorce veces por comisaría. El transcurso de los años sólo complicaba la situación. La policía encontró 1.200 dólares en droga y una pistola del calibre 32 en la taquilla que él tenía en el instituto. Butler nunca quiso desvelar quienes eran sus 'amigos': “No le iba a decir a nadie quiénes eran mis compañeros. Si yo estaba ahí fuera traficando con veneno, el karma me había puesto en su sitio”. La policía le condenó a nueve meses en un correccional.
Su actitud no cambió hasta que, tras enfrentarse a un joven de otra banda, le aislaron 15 días en una celda en la que sólo podía disfrutar del aire libre una hora al día. Aquel fue el momento en que el jugador reflexionó. Leyó, escribió, y juró cambiar. Al salir, su madre confío en su palabra y decidió poner rumbo a otro barrio más pacífico. Sin embargo, aún le esperaba lo peor. La policía encontró crack en su garaje y le sacaron esposado de casa, mientras el defendía su inocencia.
Sin embargo, el agente Rick Geller, encargado del caso, creyó en su palabra y solicitó a su superior que no le encarcelaran. Butler se libró de 10 años en la cárcel y, hasta dos lustros después, no descubrió gracias a quién: “Él se acercó a mi en un acto benéfico y me contó la historia de lo sucedido aquella noche. Le estoy extremadamente agradecido”.
Ahora el alero milita en los Sacramento Kings y presume de poseer un anillo (conquistado con Dallas en 2011). Acumula 13 años en la NBA, donde promedia 14,2 puntos y cinco rebotes por partido. Su talento despertó su afición por el baloncesto y logró esquivar la oscura vida en la que se inició.