La figura de Serena Williams se ha acrecentado aún más, tras conocerse en qué complicada situación disputó Wimbledon. Un evento de semejante magnitud siempre requiere una concentración y motivación extra, y más en el tenis, donde el factor mental se hace más decisivo. La estadounidense, después de haber cedido en los dos primeros grand slam, afrontaba la cita londinense con el objetivo de igualar a Steffi Graff con veintidós majors y auparse a la cima histórica del tenis.
Lo que se desconocía era que el padre de la estadounidense había sufrido un derrame cerebral antes de que arrancaran las dos semanas de competición. La tenista, pese a ello, fue capaz de obrar la gesta y alzar su séptimo Wimbledon en individual. Tras tumbar a Kerber y hacer historia, se hizo raro no escuchar su habitual grito efusivo, que cambió por un inmenso silencio a la par que se arrojaba sobre el césped. Después, al recoger el trofeo, sí esbozó una ligera sonrisa, aunque algo contenida. No es para menos, tras conocer la situación de su padre.
No obstante, Richard Williams ya ha recibido el alta médica y se mantiene estable, aunque no en las condiciones más óptimas, según ha manifestado su mujer: “Puede levantarse y andar pero no está al 100%”. Lakeisha, su actual esposa, cuarta a lo largo de su vida, ha añadido que Richard “necesita un logopeda, terapia psicológica e ir a fisioterapia, pero por el momento lo ha rechazado”. “Piensa que vamos a volver a meterlo en ‘la cárcel’ (el hospital), pero no es así”, ha zanjado”.
Mientras tanto, ni Venus Williams, que también bordó su actuación en Wimbledon (semifinales) y Serena, aún no se han pronunciado. Han cumplido con creces sobre la pista y no han querido profundizar sobre el estado de su padre. De momento, ninguna de las hermanas tiene planeado modificar su calendario. Lo que han dejado patente es que atesoran una enorme fortaleza mental, que las permite competir al más alto nivel pese al inestable estado anímico que puedan haber sufrido por el estado de salud de su progenitor.
Alberto Puente