viernes, septiembre 20, 2024
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El truco que encendió el pebetero de Barcelona 1992

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En la madrugada del viernes al sábado, se celebrará la ceremonia inaugural con la que echarán a andar los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Este espectáculo de luz, color y sonido cada vez tiene más importancia dentro del gran evento del deporte, no solo porque por él pasean los mejores deportistas del mundo, también porque con la espectacularidad del acto se envía un mensaje desde el país organizador que llega a todo el planeta.

Para el recuerdo quedan las imágenes de Mohamed Alí en Atlanta 96, el despilfarro del fastuoso espectáculo en Pekín o el montaje en el salto en paracaídas de la reina Isabel II en Londres. Sin embargo, puede que la imagen más espectacular de la historia del olimpismo en este tipo de actos se viviera con el encendido del pebetero de Barcelona 92.

Esa secuencia ayudó a que durante muchísimos años estos Juegos fueran considerados los mejores de la historia gracias a la hermandad y al optimismo que se vivió en todo el país, que respiró durante mucho tiempo ese espíritu deportivo. Sin embargo, no todo fue exactamente como la realización televisiva quiso mostrar.

Juan Antonio San Epifanio fue el último relevista que se encargó de llevar la antorcha al Estadio Olímpico. Una vez allí acercó la llama al arquero paraolímpico Antonio Rebollo Liñán, que prendió la flecha de punta flamígera y la envió con un lanzamiento certero al pebetero.

La llama olímpica ardió con más viveza que nunca y el estadio enloqueció en ese momento, pero con el paso del tiempo varios empezaron a cuestionar que no se tratase de un timo. Llamaba la atención que la realización oficial solo retransmitió una toma tomada desde un ángulo estratégico, pero con el paso del tiempo otras fotos y vídeos han confirmado que la flecha realmente no entró.

Sin embargo, el lanzamiento de Rebollo fue real y sin él no hubiera sido posible encender el pebetero. Lo cierto es que la llama solo tenía que pasar cerca para que el gas se inflamase e hiciese el resto. Introducir la flecha en el pebetero era prácticamente imposible, si se tiene en cuenta el viento cambiante, pero prender la llama con el gas era relativamente sencillo para un lanzador de nivel.

“No tenía miedo. Yo era prácticamente un robot. Estaba concentrado en mi posición y en alcanzar el blanco”, contó Rebollo poco después. No obstante, los organizadores probaron con dos centenares de lanzadores diferentes para elegir al más adecuado con diferentes condiciones climatológicas. Se clasificó entre los cuatro finalistas y solo unas horas antes de la ceremonia supo que era el elegido, por lo que no tuvo demasiado tiempo para ponerse nervioso.

Felipe Poza

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