miércoles, septiembre 25, 2024
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El final de los peores Juegos Olímpicos

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Hasta ahora, cada edición de los Juegos Olímpicos ha tenido sus más y sus menos y cada evento sus problemas. Salvo en Pekín 2008. Esos Juegos fueron incomparables y quizá sean la excepción que confirme la regla. Incluso Atenas 2004, que a la hora de comparar podría ser lo más parecido a estos Juegos de 2016, dejó de lado los problemas que trajo consigo la celebración de las olimpiadas y arrancó a la perfección en cuanto a transportes, comunicaciones, accesos y organización.

Sin embargo, Río se ha situado a otro nivel. Dejando a un lado la alarma mundial por el zika, la constante alerta terrorista, la finalización ‘in extremis’ de las instalaciones y como consecuencia su deficiente estado, la basura flotando en algunas de las bahías, la inauguración a última hora de una línea de metro que iba a llevar al Parque Olímpico y que no lo hace, en Río no han conseguido funcionar a la perfección.

Muchos se tienen que remontar hasta los Juegos Olímpicos de Atlanta de 1996 para encontrar algo similar a lo ocurrido a lo largo de estas dos semanas: comunicaciones deficientes, discusiones sobre si EEUU era capaz de acoger otros Juegos Olímpicos (no habían pasado ni diez años desde Los Ángeles 1984), problemas informáticos, problemas en los traslados y, sobre todo, la gran brecha que se produjo en la seguridad al explotar una bomba que provocaría la muerte de una persona y dejaría heridos a más de un centenar de personas.

El principal problema de Río de Janeiro ha sido la falta de organización, que ha hecho de estos Juegos Olímpicos no ya los peores, sino los más cutres de su historia. La ceremonia fue austera pero nadie juzgó esto demasiado ya que un país con unos problemas económicos como Brasil es imposible que esté a la altura de Pekín o Londres. Sin embargo, los problemas vinieron después de dicha ceremonia.

El primer día de competición estuvo marcado por largas colas de espectadores y se empezaron a intuir los problemas en cuanto al transporte. De hecho, el pasado sábado un grupo de nadadoras españolas, entre ellas las que se encontraba Mireia Belmonte, decidió esperar en el suelo al autobús que debía llevarlas a la piscina y que no aparecía. En más de una ocasión, los atletas llegaron tarde a las citas debido a los atascos que duraban más de dos horas. 

Por otro lado, Rafa Nadal explotó después del partido que disputó junto a Marc López en la final de dobles masculinos. Después de que se suspendiera una de las jornadas del tenis por la lluvia, la organización tuvo que ajustar los horarios y habilitar espacios nuevos para que se pudiera jugar todo lo previsto para ese día. El tenista español expresó su enfado por la pista en la que disputó este partido, un duelo que se jugó en un recinto habilitado para apenas 66 personas. «Nunca había jugado un partido tan importante para nosotros en una pista tan mala», dijo al terminar. Además, el tenista también criticó los horarios: “Siendo realistas, los que hacen los horarios también lo pueden hacer mejor«, añadió.

La seguridad ha sido el otro gran dolor de cabeza de última hora cuando, la semana pasada, la empresa responsable reconocía que no podía asumir un trabajo de tal envergadura. Sin tiempo para buscar nuevas empresas, el gobierno decidió que el ejército se encargara de esta tarea sin haber recibido un entrenamiento previo específico.

A pesar de esto, no se han podido evitar situaciones como las que vivió el equipo de baloncesto chino cuando, al salir del aeropuerto en autobús, se vieron envueltos en medio de un tiroteo entre policías y narcotraficantes. Tampoco se pueden dejar de lado la bala que impactó en la sala de prensa del centro de hípica ni el asalto a un autobús lleno de periodistas.

En cuanto al recinto ferial, las críticas han ido aumentando con el paso de los días: demasiado espacio para nada. No había pantallas gigantes para poder ver las competiciones, ni horarios, ni actualización de resultados. De hecho, no se habilitaron ni zonas de sombra para refugiarse del calor o para protegerse de las lluvias.

La lista de errores continúa: una de las lonas que decoraba el campo de tiro se cayó y los voluntarios se fueron turnando para sujetarla, se suspendió el remo, la plataforma de nado en aguas abiertas se hundió, el público no mantuvo el silencio en la mayoría de las competiciones en las que se requería, una cámara aérea que se cayó y provocó varios heridos, voluntarios que no se presentaron…, sin  dejar de lado el misterio de la piscina verde que durante más de tres días no supieron por qué se produjo.

Todos estos problemas han hecho mella en la celebración de los Juegos Paralímpicos de Río 2016, ya que el comité organizador ha tenido que coger dinero de los fondos de los Paralímpicos para que los Olímpicos continuasen lo mejor posible. Mario Andrada, portavoz de la organización, explicó esta decisión: «La razón por la que tomamos fondos (de los Olímpicos) es que la venta de entradas y los patrocinios no han ido como esperábamos», confirmó. En total, necesitarían más de 54 millones de euros para sacarlos adelante.

El COI ha hecho la vista gorda y no ha visto problemas en cuanto a la organización de estos Juegos: no se ha dado ningún caso sobre el mosquito zika y no se ha producido ningún ataque terrorista. Aunque lo que está claro es que el caos se ha adueñado de Río  de Janeiro a lo largo de estas dos semanas.

Andrea Morea

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