Por suerte para Grigor Dimitrov, ya no es ese joven al que se tildó como el nuevo Federer. El búlgaro ya no debe lidiar con esa presión, menos tras haber pasado a un segundo plano en el circuito. Lejos quedan sus semifinales en Roland Garros en 2014 y su ascenso al ‘Top Ten’, ahora transita por otros lares. A sus veinticinco años, el tenista de Haskovo quiere volver a pugnar por las altas cotas. Su primer paso lo ha dado en Pekín. Tras vencer a un Zverev en racha, este viernes ha tumbado (6-2 y 6-4) a Nadal. En las semifinales le aguarda Milos Raonic.
El inicio fue desconcertante para ambos. El mutuo respeto, y el escaso acierto con el servicio, propiciaron cuatro ‘breaks’ consecutivos. En la reacción de uno u otro iba a decantarse la primera manga. Mientras Dimitrov se entonaba con el revés, Nadal no hallaba la solución con su ‘drive’ y disparaba el número de errores no forzados por encima de lo habitual. La diferencia, escasa al comienzo del envite, se acrecentó con el transcurso del tiempo.
Nadal jugó corto, y permitió al búlgaro ganar terreno sobre la pista. Eso se tradujo en un dominio de Grigor, que cómo ya mostró ante Zverev, está de dulce. Su derecha halló las líneas con suma facilidad, y andaba ágil de piernas, siempre con los tiempos bien medidos. Al otro lado de la red, el español se desesperaba, ante la incapacidad de hacerle daño. Faltaba fuerza, pero sobre todo intención en el brazo del balear, que no pudo siquiera apuntarse un juego al servicio antes de ceder la primera manga (6-2).
La inercia se mantuvo en el inicio del segundo acto. Dimitrov rompió el saque de Nadal y abrió brecha (2-0). El búlgaro no mostró flaquezas, y trasladó al número cuatro del mundo la responsabilidad. Al fin se vislumbró un ápice del tenis de Rafa, que exhibió más agresividad en su tenis. Consiguió sacar adelante sus servicios, no sin conceder opciones al resto. El búlgaro, tras mandar al traste esas oportunidades de rotura, experimentó esa sensación que otros como Nishikori o Del Potro vivieron de primera mano en Río de Janeiro.
Fue en el noveno juego cuando Nadal incrementó su fortaleza hasta obligar a errar a Dimitrov. Surgieron las dudas, y el español, sin siquiera merecerlo, halló la oportunidad que aguardaba durante toda la segunda manga. Dos bolas de ‘break’ tuvo el balear. Pero no era el día. Dejó escapar el tren, y el búlgaro, aliviado, sirvió para cerrar el partido. A la primera certificó el triunfo Dimitrov, que se medirá a Milos Raonic en la penúltima ronda de Pekín.
Alberto Puente