La aventura de Garbiñe Muguruza en Singapur ha concluido. La española ha sucumbido en dos mangas frente a Agnieszca Radwanska (6-7 y 3-6), en un partido donde volvió a tirar al traste sus opciones. Su escasa fortaleza mental propicia una impaciencia que se traduce en golpes aleatorios, sin continuidad alguna. Un problema en el juego de la joven tenista, a la que la resta un duelo frente a Kuznetsova antes de acabar la temporada y pensar en el 2017.
Cualidades innatas
Desde que emergiera en el circuito, Garbiñe siempre se ha caracterizado por su capacidad para tumbar a las tenistas más grandes del circuito. Su salto a la élite fue cuestión de meses, y en sus cualidades se vislumbraba a una nueva número uno. Un tenis moderno, basado en el servicio y en la agresividad, le permitió ascender al número dos del ranking tras conquistar Roland Garros ante Serena Williams, a la que aspiraba a suceder.
“Me encanta enfrentarme a las mejores, me crezco en los grandes escenarios”, ha señalado en más de una ocasión. La realidad es que después de triunfar en París, no alcanzó la segunda semana en ninguno de los siguientes Grand Slam. Las Finales WTA se erigían como una oportunidad para resarcirse y culminar el año con una grata noticia.
Garbiñe, sin rumbo
Sin embargo, su poder en las citas mayúsculas se ha apagado, y sus problemas se han agravado en Singapur, donde el pasado curso alcanzó las semifinales. En la jornada del lunes, su charla con Sumyk cuando se encontraba sin rumbo en el partido dio sus frutos. La española movió a la checa, y se acercó al triunfo, que posteriormente entregó. Con 5-2 arriba, encajó cinco juegos consecutivos y desaprovechó una bola de partido para sucumbir de forma estrepitosa.
Este miércoles, ante la vigente campeona, afrontaba una prueba más compleja. La táctica en este segundo envite difería mucho de la seguida ante Pliskova, donde Sumyk le pidió a su pupila alargar los puntos. La consistencia de Radwanska obligaba a la española a desarbolarla a base de golpes. Y ese fue el guión que siguió la joven tenista, que acortó al máximo cada punto en busca del winner. La fórmula, como en muchas otras ocasiones le ha sucedido esta temporada, no le ofreció resultado al inicio (1-3), al excederse en los errores no forzados.
Con el transcurso de los puntos, Garbiñe se entonó y encontró las líneas con mayor facilidad. Su juego seguía sin mostrar constancia, pero su agresividad le permitía romper el tímido servicio de Radwanska. Se sucedieron los breaks, hasta que en el octavo juego, la hispano-venezolana al fin conservó su saque e igualó la contienda (4-4), con media hora de duelo disputada. Ahí creció fortaleza mental de Muguruza, que exhibió una buena capacidad para soportar los intercambios y forzar el desempate. Ahí, en el momento donde mayor templanza se exige, tembló y cedió (6-7).
En la segunda manga aprovechó la excesiva relajación de Radwanska, y abrió una tempranera brecha (2-0), que poco después tiró al traste, con errores en momentos poco oportunos. La polaca tomó el mando y varió los golpes, para desestabilizar por completo a Muguruza, que una vez más no fue capaz de rendir cuando el papel más lo requería.
Un problema mental
Una dolorosa derrota, acusada por su escasa capacidad para mantener la paciencia. Garbiñe ha asegurado que desea mantener a su técnico, Sumyk, pero sobre la pista se muestra como el francés es incapaz de transmitirla esa tranquilidad. La poca fortaleza mental de Garbiñe se acentúa cada vez más, y sin ella se convierte en una mera máquina de golpes, que sin continuidad no puede obtener un buen resultado.
La española aún tiene que afrontar un choque ante Kuznetsova en el Grupo Rojo, pero sus opciones se han desvanecido por completo. Se marchará de Singapur sin encontrar esa buena dinámica que ansiaba. Ahora tiene dos meses por delante para descansar, y preparar un 2017 exigente en el que de no hallar el rumbo podría caer fuera del Top Ten.
Alberto Puente