Desde que Boris Becker dejara de ser entrenador de Novak Djokovic ha copado diversos medios por sus acciones lejos del ámbito tenístico. El alemán, una leyenda de este deporte, conquistó seis títulos de Grand Slam y alcanzó una fama desorbitada junto a otros rivales de su época como Lendl o Edberg. Como figura destacada, creó una fortuna a través de sus triunfos que se ha visto desvanecida en el último año a causa de su divorcio y el dinero que le reclaman algunos que en su día fueron amigos.
Medios de su país natal publicaron que sus deudas alcanzaban tales cotas como para que sus principales bienes le fueran embargados, entre ellos una vivienda en Mallorca. El alemán llegó a poner a subasta sus títulos en Wimbledon y a plantearse entrar en un reality para consumar algo de dinero. Ahora, en su cincuenta cumpleaños, no esquiva que atraviesa un problema económico, aunque afirma que lo han exagerado demasiado. En el mismo documental emitido por la cadena alemana ARD y que recoge Punto de Break, el germano ha señalado que ha transcurrido la primera mitad de su vida y que ahora tiene la oportunidad de comenzar una nueva etapa.
Becker no parece demasiado orgulloso de sus últimos acontecimientos, y reconoce que han sufre las consecuencias de haber sido tenista con un maltrecho codo. Sin embargo, si algo ha marcado su carrera en positivo fueron los tres títulos que consiguió levantar sobre la Catedral del tenis. Boris siente más pasión por esa tierra que por la suya propia: «No me siento alemán». Su deseo es ser enterrado en el All England Club. «Wimbledon, ahí es donde quiero estar. Ni en Múnich ni en Montecarlo. Cuando no esté en este mundo, quiero que me entierren en el viejo cementerio de Wimbledon», ha confesado Becker. Ese lugar sagrado se encuentra aproximadamente a casi dos kilómetros del recinto más famoso del tenis.
A. Puente