La espera está cerca de concluir. Seis semanas después de retirarse de la Copa de Maestros tras caer ante David Goffin, Rafael Nadal se acerca a la fecha de su reaparición, prevista para la primera semana de enero en Brisbane. El español, que tenía previsto desplazarse hasta Abu Dhabi para disputar una exhibición, fija en su calendario desde hace años, ha causado baja por molestias en la rodilla. Previsible, tras suspender su sesión de entrenamientos con Sousa en la Rafael Nadal Academy. El español viajará pronto al evento australiano, donde defiende cuartos de final. Inmediatamente después defenderá los 1.200 puntos del Abierto de Australia. Con dudas en el aspecto físico, le toca dar a inicio a un 2018 repleto de adversidades y con dos tareas claras: ganar a Federer y mejorar sobre la hierba de Wimbledon.
Djokovic, un enemigo más
Las últimas informaciones apuntan a que algunos de los integrantes del ‘Top Ten’ que sufrieron lesiones en 2017 no lograrán recuperarse a tiempo para el Abierto de Australia. De momento, Wawrinka y Nishikori también se han bajado de Abu Dhabi, aunque la principal ausencia en Melbourne podría ser Andy Murray. El británico quiere recuperarse por completo, y podría no estar a tono hasta transcurrido el primer tercio del curso. Una bendición para el resto del Big Four, que ya tiene demasiada tarea.
El pasado curso Nadal y Federer se repartieron el ‘pastel’, tras regresar ambos de largas lesiones y pese a su veteranía. Fue Djokovic el que permitió semejantes hazañas de los dos mejores tenistas de la historia. El serbio, que tras Roland Garros 2016 parecía decidido a romper todos los récords, se estancó en la primera mitad de 2017, rompió con todo su equipo y después una lesión terminó de lastrar un año para el olvido. Ahora, junto a Agassi y Stepanek, espera volver a tomar el mando.
Un complicado número uno
El 2017 podría deparar una dosis de realidad, después de una temporada de ensueño. Nadal tendrá que defender 10.000 puntos, o lo que es lo mismo, las coronas en Roland Garros y US Open, los Masters 1000 de Montecarlo y Madrid y los ATP 500 de Pekín y Barcelona. Eso, más la final en Australia, después de haber estado en 2015 y 2016 sin levantar un solo ‘major’. El reto, por tanto, se presenta mayúsculo y le obligará, si quiere repetir, a afrontar un calendario similar al de la temporada pasada.
De momento, tiene intención de hacer algo similar. Concentrar su mayor actividad en la tierra y no evadir la hierba. Sólo Rotterdam y Basilea, dos eventos a los que ya no ha acudido en 2017 por fatiga, han sido eliminados de su hoja de ruta. Algo extenuante a sus 32 años, aunque siempre existe la opción de variar el guión. El Masters 1000 de París apunta a ser el gran damnificado, dadas las ganas del español de levantar esa primera Copa de Maestros que se le resiste.
La hierba, el reto más alto
Su confirmación de asistencia a Queen’s ha servido para comprobar que Nadal no contempla por el momento emular a Federer, que se saltó toda la gira de arcilla. El balear considera que con 32 años tendrá el físico suficiente para pelar por levantar su tercer trofeo en el All England Club. Sin embargo, suma un lustro de despropósitos en la hierba, con derrotas ante jugadores más allá del Top 100. Su mejoría en el servicio y la recuperación de una derecha poderosa no han sido suficientes para frenar a los sacadores más potentes del circuito.
Es una de las asignaturas pendientes de Nadal para este 2018, que tendrá que hacer frente a la hornada de jóvenes que han irrumpido con fuerza. Zverev, que ha levantado dos Masters 1000 de un plumazo, o Thiem, su sucesor en la arcilla, son algunos de los nombres que aspiran a privarle de los principales triunfos. A ellos hay que sumarles a Dimitrov, en el mejor momento de su carrera, y a Kyrgios, que si se centra sembrará el temor en el circuito. Nadal, Djokovic, Wimbledon, y un 2018 más que complicado.
Alberto Puente