Estos son algunos de los dilemas morales que plantea el escritor valenciano David Orange (Albalat dels Sorells, Valencia, 1982) en su última novela, «Romperás la noche con un grito» (Editorial Planeta), que ha salido a la venta este miércoles y tiene a Valencia como escenario de toda la trama.
En un recorrido con periodistas por algunos de los espacios urbanos y naturales en que transcurre la novela, Orange confiesa a EFE que para él es fundamental que la novela, como buen «thriller», entretenga y genere interés, pero no quiere quedarse solo ahí: busca crear «algún tipo de debate o reflexión interna en el lector».
¿El FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS?
En este caso, el secuestro de Samuel, un bebé de solo siete meses, transportará al lector por toda una serie de tramas y subtramas hasta situarle ante la eterna disyuntiva de si el fin justifica los medios, y si robarle el hijo o la hija a «un monstruo» es moralmente correcto o no.
El secuestro de este bebé, hijo de un médico de familia y fruto de una maternidad subrogada, desencadena una febril investigación policial, con la inspectora Elísabet Bru a la cabeza, que destapa una terrible red de tráfico de niños con el epicentro en los bajos fondos de la ciudad de Valencia.
El trasfondo de un asunto tan brutal conduce a David Orange a plantearse dilemas morales que van más allá del maniqueísmo de buenos y malos y a indagar en la psicología de los personajes para mostrar un amplio abanico de conductas.
LA IMPORTANCIA DE LA PRIMERA INFANCIA
Otra de las reflexiones que busca plantear el autor es «hasta qué punto los estímulos que recibimos en la primera infancia determinan lo que pensamos, sentimos y expresamos en la vida adulta», y hasta qué punto una persona puede «modificar o conducir la vida de otra como si fuera un robot».
Esto tiene su reflejo en la protagonista de la historia, la inspectora Bru, educada de una forma muy estricta por un padre que cree haber hecho lo mejor para ella, pero que en la actualidad atraviesa una gran crisis de identidad, al sentirse hueca y no saber quién es en realidad.
«Hay veces que la educación o el estímulo, por muy bueno que creamos que es, a lo mejor tampoco es lo correcto», señala David Orange, quien defiende que cada ser humano es «único y propio» y es importante dejar que cada uno se desarrolle.
VALENCIA, UNA PROTAGONISTA MÁS
La trama, que va desenredando la madeja de un caso que crece y se complica y amplía su radio de acción a médicos corruptos, policías sospechosos o delincuentes marginales, atraviesa los ambientes más dispares y antagónicos de Valencia, que se convierte de este modo en una protagonista más de la novela.
«Valencia es una ciudad grande con muchos contrastes», una urbe que «no acabas nunca de conocer y que tiene muchas caras», afirma el escritor, quien destaca también esa red oculta de acequias, refugios de la Guerra Civil y pasadizos subterráneos que esconde esta ciudad, y que quedan reflejados en la novela.
La historia arranca en la zona del Ensanche, el distrito modernista y burgués del siglo XIX en torno al mercado de Colón, para adentrarse, al compás de la investigación, en barrios de la periferia marcados por el paro, la inmigración y la exclusión social como Benicalap, Orriols o Barona.
Por el camino el autor se detendrá en parajes de la huerta como Alboraya o El Tremolar, limítrofes con el término municipal valenciano, y llevará a sus personajes a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, un símbolo de la Valencia contemporánea; a las inmediaciones del estadio de Mestalla; al barrio marítimo de Nazaret o al tradicional barrio del Carmen, en pleno centro histórico, entre otros lugares.
La novela está estructurada en 75 capítulos breves, entre los cuales hay intercaladas breves e impactantes analepsis que hablan del pasado de alguno de los personajes y que invitan al lector a participar e involucrarse en la reconstrucción y el encaje de piezas de un puzle que derivan en un final que nadie espera.
El objetivo del escritor, quien ya trabaja en otra novela ambientada en Valencia y la zona del interior sur de la provincia, es que el lector se enganche y disfrute, pero que al mismo tiempo le genere «un diálogo interno a nivel moral o ético». EFE
Carla Aliño